martes, 20 de diciembre de 2022

Dulce Sueños

Uno de los placeres de mi papá es ponerle sobrenombres graciosos a todos.  Puede ponerte varios a lo largo del tiempo, entre los que recuerdo están "terremoto" (porque de niña era un verdadero terremoto, no paraba nunca), "chelito" (por el nombre de la telenovela que veía mi mamá) y el último que me puso fue "dulce sueñito" en vista que mi mami, según él, era "Dulce Sueños" (uff no pregunten el por qué del sobrenombre).

La historia de hoy es sobre ella, mi mami, o más bien sobre sus últimos días entre nosotros.



Nunca nos imaginamos que este 21 de noviembre sería el inicio de una pesadilla para la familia, luego de confirmarse el diagnóstico de neumonía por COVID nuestras vidas se llenaron de un carrusel de emociones, desde la angustia hasta el enojo, desde la tristeza hasta la alegría, desde la esperanza hasta la realidad.

Los primeros días de mi mami en el centro geriátrico aunque fueron angustiantes nos dieron esperanza que mamá podría mejorar ya que su necesidad de oxígeno nunca fue un problema, y hasta su apetito mejoró, pero los resultados de los exámenes médicos descubrieron algo que no esperábamos, anemia crónica, y que ameritaba estudios más profundos así como cuidados especiales.  Tuvimos que trasladarla a un hospital.

 "La anemia crónica producida por inflamación, también conocida como anemia por enfermedad crónica o ACD (por sus siglas en inglés), es un tipo de anemia que afecta a las personas que tienen afecciones que causan inflamación, como infecciones, enfermedades autoinmunitarias, cáncer y enfermedad renal crónica" 

Cuando acudí a internet para saber qué significaba anemia crónica, nunca, nunca, nunca pensé que podía ser cáncer, en realidad ninguno de nosotros, y tras solicitar las primeras transfusiones (3 pintas) escuchamos por primera vez la palabra "leucemia".  Llevar la carga de conocer la gravedad de la situación y no decirla a mi papi y menos a mi mami, pesaba mucho, realmente yo sentía que me ahogaba, pensaba que tenían derecho a saberlo pero acordamos con mi hermana no preocuparlos.

La segunda semana de aislamiento, sin contacto con nadie ni siquiera una ventana o televisión para pasar el tiempo, deterioró muchísimo el estado de ánimo de mi mamá.  Recuerdo su petición llorando y gritando para que la saque del hospital, me conmovió a tal extremo que sentí que no podría manejar más esa situación.  No soportaba verla tan indefensa, soportando el dolor de cambiar diariamente la vía del suero porque sus venas no soportaban y se rompían.  No soportaba verla así, vulnerable y a la vez tan consciente de cada hora que pasaba en esa inmensa y fría habitación.  

El viernes 2 de diciembre encaré al doctor, le pregunté:  "Ha visto los brazos de mi mamá?, ha visto cómo está su estado de ánimo?, si usted me dice que tiene uno o dos meses de vida, no cree que es mejor que salga y esté en su casa rodeada de su familia?" Su discurso cambió de repente y me dijo "su mamá está mejorando, creo que en 48 horas saldrá"  El domingo le pusieron una vía central venosa (lo que implica una pequeña cirugía) ya que la vía que habían colocado detrás de su oreja había colapsado. 

Mi hermana mayor conversó con el hematólogo y lastimosamente le llenó la cabeza y el corazón de esperanzas (yo le dije que eran "pajaritos preñados").  Ya para ese momento, ya le habíamos dicho a mi papá, así en consenso votamos sobre cuál deberían ser nuestros siguientes pasos.  

Por mayoría, se tomó la decisión de crear un sistema de cuidados en casa, lo que implicaba crear una especie de hospital en su habitación, con enfermera 24 horas, bomba para una tranfusión semanal (según el doctor era lo que iba a necesitar durante los "meses" que mi mami duraría😕), doctor de cabecera, en fin.  Yo fui la que votó en contra, porque en el fondo sabía que mi mamá no tenía meses sino días.

Y aunque prácticamente había superado la neumonía (y con ello el temor/terror de una entubación), el sábado vuelve a bajar su nivel de hematíes... terminan aplicando otra tranfusión no solo de sangre sino de hemoglobina, plaquetas y 4 bolsas de un líquido amarillo, vaya a saber Dios qué eran... el doctor nos pide 48 horas para estabilizarla.  

Se programa su alta para el jueves 8 a las 10h00, volvería a su casa (separada por un corredor de la casa de mi hermana Betty), pero una llamada de mi hermana a las 9h30 marcaría el inicio del final.  "Me llamaron del hospital, mamá se puso mal, está vomitando y quieren nuestra autorización para entubar".  No se cómo lo hicimos (porque no se permite el ingreso de más de 1 persona por paciente) pero mi papá, mis hermanas, mis cuñados, mi esposo y yo estuvimos en el hospital alrededor de su cama mientras coordinábamos el traslado a la casa.  

Cuando estábamos por salir nos dimos cuenta que no podríamos ponerle hidratación ni medicinas intravenosa porque el hospital le había retirado la vía central (no me pregunten por qué lo hicieron), ese fue el inicio de todo lo que ocurriría los siguientes días. 

Pensamos que superar el trayecto en ambulancia del hospital a su casa sería lo más terrible, pero luego tuvimos que enfrentarnos a tener que subirla por las escaleras, cargada por los camilleros y sus yernos (ella sobre la silla de ruedas), porque no podíamos subirla en camilla.  No recuerdo, cuántas horas pasaron hasta que logramos dejarla acostada en su nueva cama hospitalaria, pero en su habitación que ya no compartiría con su esposo.  

Ese mismo día se enteró que tenía leucemia... un comentario inoportuno de la enfermera la alertó... así que tuvimos que decirle toda la verdad, todos alcanzamos su bendición y alcanzamos a hablar con ella mientras duró su estado de consciencia.  Luego llegó el dolor.

El dolor era generalizado.  No podíamos tocarla porque gritaba, solo podía dormitar unos minutos por vez, su cuerpo atravesaba una falla de riñones, hígado, en fin todos sus órganos.  La fase siguiente fue el delirio extremo, fue tan doloroso verla así, convertida en una niña pequeña clamando a sus papás (con nombre y apellido) que la sacaran de allí.  Ya no nos reconocía, no había comido ni tomado agua casi 48 horas.

Fueron días y noches eternos, estábamos agotados:  mi papá, Betty, Stephy y yo... así que como era de esperarse pasábamos de la tristeza a los gritos, de la risa nerviosa a la angustia por no saber qué hacer.  Eran las 5h00, del sábado 10, cuando le pedí a Betty llamar al doctor, todo lo que nos había recomendado hacer no funcionaba.

Recuerdo pensar lo sencillo que sería terminar con su dolor, si tan solo ponía una almohada sobre su rostro (sí, lo pensé).  No lográbamos sedarla aún haberle suministrado 60 gotas de un medicamento que se receta como dosis máxima 2 gotas al día, así que el doctor telefónicamente me dijo:  "Tenemos que llegar a la sedación, dele 10 gotas cada 10 minutos... pero eso significa que puede bajársele la presión y...

Veía el reloj y volteaba a ver a mi mamá, esperaba que esas últimas 10 gotas iban a ser suficientes para, y como no ocurría alargaba la siguiente dosis cada 30 minutos más, solo quería que sean las 9h30, hora en la que llegaría el doctor.  Eran las 7h00 cuando llegó Roberto, mi esposo, me recosté un momento y le dije:  "por favor controla que cierre los ojos solo 5 minutos"... desperté cuando escuché que entraba el doctor.

"su mamá es realmente fuerte, pero definitivamente este es el final... no creo que pase del miércoles".  Nos recomendó que descansemos y que dejemos actuar a la enfermera.  Cuando terminé de recoger mis cosas (porque prácticamente me había mudado allí) para ir a descansar a mi casa, entré en su habitación, estábamos las 2 solas.  

Esa conversación, sí... fue una conversación aunque ella no me dijo nada, yo pude decirle tal vez cosas que nunca antes le había dicho... le dije que la amaba, que le agradecía por toda su dedicación y que estaba segura que Bruno y mi abuela Mechita (su mamá) la vendrían a recoger para llevarla... que siga la luz, que allá era un lugar hermoso, donde no tendría más dolor, y que sería feliz, que nosotros estaríamos bien.

En el camino hacia mi casa, mientras Roberto manejaba recibí la llamada de mi jefe.  Recuerdo que prácticamente no hablé porque solo lloraba, cuando cerré la llamada (estábamos a unos 7 minutos de llegar a la casa), empecé a sentirme muy mal.  Los síntomas no los reconocía en mí, pero eran familiares porque mi madre sufría de hipertensión.  

Le dije que llame al servicio de emergencia (que lo tenemos contratado).  Estaba consciente que mi cuerpo estaba colapsando, así que cerré mis ojos y me concentré en mi respiración, controlando mis pensamientos podría "estar a cargo" de la situación. 

Roberto se acordó que nuestro vecino era doctor, bueno pediatra.  Mi presión era 140/90, que sería "normal" si la mía no fuese siempre de 100/70.  Le pedí a Roberto que se "haga cargo" de mi cuerpo y me suba al departamento.  Cuando me bajé, mis rodillas se doblaron y Roberto me tomó por los brazos. Yo no dejaba de repetirme mentalmente "no te apagues, no te apagues".  Tomé aire y envié todas mis energías a las piernas.

Me metí a la ducha, llegó la emergencia, me medicaron. Desperté a las 21h00, aunque seguía con el efecto de las pastillas alcancé a cenar... "amorrrr, mi mami no se va a morir en la madrugrada no?".  

Volví a la cama a dormir, pero a las 23h00 empecé a sentir un ahogo, simplemente no podía respirar, fui a revisar mi celular, me aseguré que no tenía el bloqueo de llamadas porque Betty me llamaría si pasaría algo... me recosté en el sillón y empecé a ver una película navideña... 

"qué haces aquí amor?", me dice Roberto... "son las 6h30... tu hermana ha llamado a las 00h30". 



Betty me contó que ella también sintió el mismo ahogo a la misma hora que yo... así que fue a la habitación, ella junto a la enfermera la acompañó en su último suspiro.   Luego, mi padre y ella la bañaron y la dejaron lista para que vinieran a recogerla.

Aunque todo lo que vivimos como familia fue emocional, mental y físicamente devastador me quedo con lo siguiente:
  • la ayuda de Leonor y Julio para su hospitalización.
  • la contención de los amigos, que se hacían presente con un mensaje o una llamada o su hombro para llorar.
  • los médicos y enfermeras (angelitos) que sin conocernos nos dieron consejo, guía y ayuda.
  • los ojos llenos de amor y lágrimas de mi padre mientras sostenía la mano de su compañera por más de 54 años.
  • la actuación de mi hermana Stephy que asumió valientemente el rol de nuestra abuela cuando mamá llamaba a su mami.
  • la conversación con mi hermana mayor, la noche del viernes, cuando reímos como si no tuviéramos porqué llorar.
  • la entrega de mi cuñado Xavier, que salía de madrugada a buscar medicamentos, y darnos de comer sánduches y café, en la noche.
  • la compañía silenciosa de Roberto, mi esposo, que estuvo allí para sostenerme.
  • la confesión de mi mami cuando me dijo que yo era la que mejor la atendía cuando le dábamos de comer en el hospital. (mis hermanas se enterarán de esto ahora 😁)
  • y con este final feliz... el mensaje que recibimos de ella, desde el más allá: "estoy feliz, ya no tengo dolor, estoy con mi mami y Brunito... me vinieron a recibir toda una comitiva!"