sábado, 5 de agosto de 2023

Hay muchos Mc Donalds en el cielo!

No recuerdo si fui a dormir o permanecí despierta, solo recuerdo que empecé a hacer las llamadas avisando a los más cercanos lo que había ocurrido... una de ellas, Betty, la mamá de Francisco, el mejor amigo de Bruno.

A las 7h00, recibí su llamado de vuelta, estaba bastante alterada, así que intenté calmarla... no era muy clara en lo que me decía, lo único que entendí es que tenía que contarme algo y lo haría apenas nos viéramos en el velorio, que sería ese mismo día hasta las 17h00.

Durante el funeral, me encargué de todos los que lloraban o sentían desvanecerse, repartí calmantes y té de manzanilla, es como si me hubiera dado permiso de ser valiente, porque sabía que cuando terminara la misa, todo el mundo iría a consolarme y me derrumbaría.  

Cuando escuché "vayan en paz...", simplemente me levanté y me paré junto al féretro.  Empecé a ver cómo la gente empezaba a acercarse a mi, y entre esas personas estaba Betty la mamá de Francisco, que me gritaba desde el corredor, se acercaba con apuro, con desesperación hasta que llegó y me abrazó diciéndome: "Bruno fue a despedirse de Francisco!".

Empezó su relato diciéndome que Francisco había ido a su habitación para contarle que Bruno había estado en su cuarto... Betty miró el reloj, las 2h00, así que le dijo que se suba a la cama y se durmiera.  A las 6h00, cuando se levantó y escuchó mi mensaje fue corriendo a despertar a Francisco, y él le dijo:  "Yo me desperté, y vi a Bruno parado al pie de mi cama.  Yo le dije cómo entraste y él respondió he venido a despedirme, voy al cielo con Papá Diosito, ya estoy bien, ya no tengo tos".

Cuando escuché esas palabras, mi corazón dio un brinco de emoción.  Betty seguía explicándome por qué no podían ser palabras de Francisco porque él jamás decía "Papá Diosito" sino "Niño Jesús", pero en realidad no le prestaba atención... porque cuando escuché "ya estoy bien, ya no tengo tos" supe que era real, Bruno había superado este plano, estaba bien, no sufría, y me estaba enviando un mensaje... Lo se, porque él decía "tengo tos" cuando le preguntaban sobre su enfermedad.

Estaba dichosa, estaba feliz, mi hijo estaba bien.  

Durante esa semana, sucedieron muchas situaciones sin explicación, como que su aula olía a rosas, (mucha gente me llamó para contarme), o que Francisco describió perfectamente el carro que le regalé incluso antes que yo le diga a Betty que se lo daría... pero se me grabó una frase que me dijo Francisco... "Bruno dice que en el cielo hay muchos Mc Donalds!"   


Un año después, acompañé a Irina, una amiga a una diligencia en casa de un amigo de ella.  Casualmente estaba allí un amigo de su amigo.  En un momento nos quedamos a solas, y recuerdo que fue un poco incómodo, porque no nos habían presentado y él me miraba fijamente.

"Eres idéntica a tu tía", me dijo... No se por qué pensé que se referia a mi tía Yolanda... así que solamente le dije: "Bueno mi hermana Betty es más parecida!"... guardó silencio un minuto, y como si algo no encajaba, me preguntó: "No entiendo, y de quién es el niño que murió?".  Recuerdo haber alzado mi cabeza, mirarlo fijamente y decirle:  "Es mi hijo...", "Pues está junto a esa mujer que se parece mucho a ti".  En ese instante supe que Bruno me había hecho caso, se aferró de la mano de la mujer que lo fue a recoger, y ella no podía ser nadie más que mi abuela materna.  Luego Irina me confirmaría que este muchacho podía ver y hablar con personas fallecidas.

Esta historia ha servido a muchas mamás que perdieron a sus hijos, incluso antes de dar a luz, pero hoy se las regalo para que recuerden que sus seres queridos que han partido, están aún con ustedes, y que a veces, solo si están atentos, reciben sus mensajes, como los que me dejó Bruno, hace unos pocos días en Zagreb, durante mis vacaciones.

Esta historia tuvo el mejor final, el final más feliz que pudo tener.  Decido agradecerle a Bruno por haberme permitido ser mamá, por haberme hecho inmensamente feliz, a pesar de su partida, y porque se que siempre estará junto a mi.

Yo lo recuerdo así (junio 2009):



Millones de angelitos

No quiero agobiarlos contándoles detalles sobre la operación fallida en el hospital para hacer la punción que el neurocirujano quería, ni del viaje a Cuenca para ver al charlatán que me prometió su recuperación, ni como dejamos de entender lo que decía porque el tumor empezó a afectar su habla.  Se que se lo preguntan... nos habíamos sacado la lotería... el tumor estaba ubicado en el tallo cerebral, un tumor inoperable, incurable, intratable.  El tallo cerebral controla la respiración, el ritmo cardiaco y la presión arterial. 😟,  así que en realidad el tumor era insoportable.  

Bruno volvió a casa, pero su cuarto se había trasformado, los juguetes ya no estaban, solo su cama, el televisor y encima de su cómoda, un sin número de medicamentos.  La rutina empezaba con el desayuno que nos podía tomar entre 2 y 3 horas, luego los remedios, luego algo de tele y dormir, el almuerzo empezaba como a las 13h00 y terminaba como a las 16h00, así que la cena empezaba, luego del baño, como a las 19h00 y terminaba como a las 21h00.

Su glotis dejó de funcionar, así que una parte de lo que comía iba a parar a sus pulmones, por lo que tenía que recibir terapia respiratoria cada 2 días.  No, no les voy a contar detalles de lo doloroso que eran las terapias, pero si sobre lo especial que era Bruno... "No mamá, no necesitan cogerme, yo soy un campeón" y sin moverse dejaba que le introduzcan el tubo por su nariz para aspirar sus pulmones.  Yo simplemente enmudecía y miraba directamente a los ojos de mi papá, quien me acompañaba.

Era 29 de agosto, no recuerdo la hora, hacía calor e intenté prender el aire acondicionado.  Bruno se incorporó sobre la cama, caminó sobre el colchón, prendió el aparato y luego vino hacia mi, me dio un abrazo y un gran beso, luego volvió a acostarse.  Era como si de pronto estuviera mejor... luego me pidió que lo lleve a River Park y a la juguetería.  Inga me dijo que sí inmediatamente.


Al día siguiente, Bruno hizo un pedido:  "Mamina (como le decía a mi mamá), quiero comer fideo verde con pollito de agua".  Ese almuerzo duró hasta las 17h00, le costaba mucho pero quería comerlo y aunque el postre era helado de chocolate, casi no lo tocó.  Habrán sido las 19h00 cuando empezó a hacer cosas extrañas, luego del baño.  "Qué haces Bruno?", "Estoy nadando con Francisco!"... me preocupaba que se golpeara así que lo cargué para llevarlo al comedor, palpé lo delgado y liviano que estaba... 

De repente empezó a reirse, y miraba por encima de mi hombro. "Qué ves Bruno?", "Son millones mamá!... son millones de angelitos!".  Yo solo miré a mi mami y le dije que era el principio del fin.  Todos lo rodeamos, mi mamá, mi papá, mi hermana Stephy y Betty que llegó 2 días después de mi llamada.  Lo llevé a dormir y nos quedamos profundos en la misma cama, mientras mis hermanas mudaron el colchón al piso del cuarto de Bruno. 

El ruido indescriptible me despertó, estaba oscuro no podía ver nada... Me incorporé y senté a Bruno entre mis piernas, su espalda contra mi pecho... "Trae el nebulizador..." le dije a Stephy.  Cuando la luz se encendió y vi el color de sus uñas, entendí lo que pasaba, Bruno se estaba ahogando... "Betty, llama a Inga, dile que Bruno está agonizando"

Para mí, habían pasado solo minutos, cuando vi a Inga parada en la puerta del cuarto.  Ella me miró y solo dijo: "Así es". "No tengo pulso" me decía ella mientras le chequeaba el cuello y yo le respondía "yo tampoco" mientras sostenía mis dedos sobre su muñeca, luego esperábamos... Recuerdo que se volteó a mi y me preguntó que cómo podía hacerlo.  No se si pasaban horas o minutos, yo solo sabía que tenía una misión y era ayudar a Bruno en ese momento.

El sano y fuerte corazón de Bruno luchaba por bombear sangre y eso hacía que el paro respiratorio se detenga, así que yo aprovechaba cada instante para decirle que le daba permiso de ir a jugar con los angelitos. Para ese momento, Bruno estaba acostado frente a mi, entre mis piernas, así que podía observar cada gesto suyo, cada sonido, cada suspiro.

Pensé que algo no estaba haciendo bien, que tenía que hacer algo más para ayudarlo, recuerdo haber hablado con Dios y haberle dicho que no se suponía que sea de esa forma su partida, que tenía que ser rápido y sin dolor, como prácticamente había sido desde su diagnóstico.  De pronto, empecé a decirle a Bruno que una mujer lo iría a recoger, pensé en la Virgen y luego supe que fue mi abuela materna, le dije que ella lo llevaría con los angelitos, que no soltara su mano, se lo repetía una y otra vez, sin embargo todo seguía igual.

Lo levanté en mis brazos, lo abracé, lo besé y le dije:  "Bruno, mi amor la mamá estará bien, te lo prometo, te doy permiso de ir a jugar con los angelitos".  Lo miré y suspiró, esta vez por última vez.  Eran casi las 2h00 del 31 de agosto.

CONTINUARÁ...





El diagnóstico

Todo empezó en marzo 2009, luego del fabuloso viaje que hice con Bruno Alejandro para conocer a las princesas en los parques de Disney!


Luego de ese viaje empecé a notar que Bruno, a pesar de tener un extraordinario apetito (tomaba 2 platos de sopa o 2 platos de raviolis) empezó a dejar de comer... es decir empezaba a comer super entusiasmado pero de repente dejaba el plato sin terminar... eso nos llevó a nuestra primera visita al pediatra.

Mi hermana mayor, Betty, había comunicado a la familia, que viajaría a EEUU para empezar su vida en pareja con mi actual cuñado, y aunque no era una tragedia se vivía una situación en casa, entre tristeza y alegría... y la pediatra me dijo que aunque era pequeño, esa era su forma de "protestar" por lo que estaba pasando.  De igual forma, me dijo que no le exija comer y que cuando lo haga lo deje solo.  Así lo hicimos.

En el mes de abril, la situación mejoró... pensé que todo había vuelto a la normalidad, y casi sin sentirlo, llegó mayo y consigo las clases en su nuevo colegio acompañado de su amigo, desde los 2 años de edad, Francisco.


Todo iba muy bien, hasta que tuvimos el primer episodio de vómito, y luego otro y otro y otro... Trato de recordar lo que sentía cada vez que ocurría, trato de no juzgarme, trato de comprenderme, y lo que único que veo es una madre muerta de miedo, porque no sabía qué estaba pasando.

"Es importante ser fiel a tus palabras porque si no cumples algo que le dices, verás que mientes!" fueron las palabras de Natalia (la psicóloga y educadora que menciono en el capítulo Mamá y Papá) en alguna charla de Padres...   ¿Cómo fui capaz?  Es algo que me repito hasta el día de hoy, por durante 14 años...  recuerdo ese momento como si fuera ayer cuando le dije: "si vuelves a vomitar te doy una cucharada del vómito!"  Mi madre no me lo perdonó y yo tampoco.

Las visitas al pediatra y la lista innumerable de exámenes médicos no paraban, pero no era normal que nunca consiguiéramos un resultado, una explicación de lo que estaba pasando, y a pesar de ello, nuestras vidas no se detuvieron, él seguía yendo al colegio y yo al trabajo, salíamos los fines de semana, hacíamos las mismas cosas día tras día, hasta que llegaron las vacaciones, casi al final de julio.

Ese día recogí a Bruno y lo llevé luego del almuerzo a mi oficina.  Era bastante habitual hacerlo, porque él siempre se entretenía jugando en la pizarra o pintando.  "Mamá... quiero ir a casa".  Lo miré y me extrañó no ver el brillo de su mirada...  Algo no estaba bien, pero qué?

Llegó agosto y con él, la posibilidad de ver a las ballenas jorobadas, así que organicé un viaje de finde para los 2 solos. Tal vez disfrutar del mar y la playa sería una buena distracción para ambos.  No puedo dejar de ver esta foto, junto todo el peso que había perdido desde marzo.


"Karyna... Bruno Alejandro no quiere comer y creo que tiene fiebre, por favor llevémoslo otra vez a la pediatra!", fue lo que me dijo mi mamá cuando le contesté afuera de la oficina de mi cliente.  Cancelé la reunión.  El consultorio de Inga estaba a reventar, pero le pedí a Luz, la enfermera, que me haga un huequito... 

Apenas entramos, ella lo miró y nos preguntó, a mi y a mi mamá:  "¿desde cuándo arrastra la pierna derecha para caminar?"... no sabía de lo que me estaba hablando...  todo pasaba muy rápido y muy lento a la vez, recuerdo que lo chequeó y llamó a la enfermera:  "cancela todas mis citas y pide urgente el tomógrafo!", luego hubo un silencio, en realidad lo hubo en mi cabeza, porque Inga no dejaba de llamar para pedir un turno... ella se levantó y dijo:  "voy a conseguir un turno".

Llamé a Betty y le dije:  "tienes que venir, Bruno tiene algo grave!".  Luego llamé a mi papá para que nos acompañe. 

En la sala de espera de la resonancia magnética, yo solo podía llorar.  Estaba sentada en el piso, y mi rostro estaba sobre las piernas de Bruno.  "No llores mami".  Lo miré y lo supe... tenía que ser una campeona.  Parada frente al monitor, veía pasar las imágenes de su pequeña cabecita y de pronto lo vi, no tenías que ser médico para darte cuenta que eso con forma de una moneda de 50 centavos, no debía estar allí.  

Luego el neurocirujano solicitó poner contraste en el suero de Bruno, solo para comprobar lo que ya era evidente.

Inga me levantó y me sostuvo de hombros "Bruno tiene un tumor cerebral" y mi única respuesta fue:  "¿y yo debí darme cuenta?"   Era miércoles 19 de agosto, y el neurocirujano pidió que me saquen de la sala cuando empecé a llorar.

CONTINUARÁ...