sábado, 5 de agosto de 2023

El diagnóstico

Todo empezó en marzo 2009, luego del fabuloso viaje que hice con Bruno Alejandro para conocer a las princesas en los parques de Disney!


Luego de ese viaje empecé a notar que Bruno, a pesar de tener un extraordinario apetito (tomaba 2 platos de sopa o 2 platos de raviolis) empezó a dejar de comer... es decir empezaba a comer super entusiasmado pero de repente dejaba el plato sin terminar... eso nos llevó a nuestra primera visita al pediatra.

Mi hermana mayor, Betty, había comunicado a la familia, que viajaría a EEUU para empezar su vida en pareja con mi actual cuñado, y aunque no era una tragedia se vivía una situación en casa, entre tristeza y alegría... y la pediatra me dijo que aunque era pequeño, esa era su forma de "protestar" por lo que estaba pasando.  De igual forma, me dijo que no le exija comer y que cuando lo haga lo deje solo.  Así lo hicimos.

En el mes de abril, la situación mejoró... pensé que todo había vuelto a la normalidad, y casi sin sentirlo, llegó mayo y consigo las clases en su nuevo colegio acompañado de su amigo, desde los 2 años de edad, Francisco.


Todo iba muy bien, hasta que tuvimos el primer episodio de vómito, y luego otro y otro y otro... Trato de recordar lo que sentía cada vez que ocurría, trato de no juzgarme, trato de comprenderme, y lo que único que veo es una madre muerta de miedo, porque no sabía qué estaba pasando.

"Es importante ser fiel a tus palabras porque si no cumples algo que le dices, verás que mientes!" fueron las palabras de Natalia (la psicóloga y educadora que menciono en el capítulo Mamá y Papá) en alguna charla de Padres...   ¿Cómo fui capaz?  Es algo que me repito hasta el día de hoy, por durante 14 años...  recuerdo ese momento como si fuera ayer cuando le dije: "si vuelves a vomitar te doy una cucharada del vómito!"  Mi madre no me lo perdonó y yo tampoco.

Las visitas al pediatra y la lista innumerable de exámenes médicos no paraban, pero no era normal que nunca consiguiéramos un resultado, una explicación de lo que estaba pasando, y a pesar de ello, nuestras vidas no se detuvieron, él seguía yendo al colegio y yo al trabajo, salíamos los fines de semana, hacíamos las mismas cosas día tras día, hasta que llegaron las vacaciones, casi al final de julio.

Ese día recogí a Bruno y lo llevé luego del almuerzo a mi oficina.  Era bastante habitual hacerlo, porque él siempre se entretenía jugando en la pizarra o pintando.  "Mamá... quiero ir a casa".  Lo miré y me extrañó no ver el brillo de su mirada...  Algo no estaba bien, pero qué?

Llegó agosto y con él, la posibilidad de ver a las ballenas jorobadas, así que organicé un viaje de finde para los 2 solos. Tal vez disfrutar del mar y la playa sería una buena distracción para ambos.  No puedo dejar de ver esta foto, junto todo el peso que había perdido desde marzo.


"Karyna... Bruno Alejandro no quiere comer y creo que tiene fiebre, por favor llevémoslo otra vez a la pediatra!", fue lo que me dijo mi mamá cuando le contesté afuera de la oficina de mi cliente.  Cancelé la reunión.  El consultorio de Inga estaba a reventar, pero le pedí a Luz, la enfermera, que me haga un huequito... 

Apenas entramos, ella lo miró y nos preguntó, a mi y a mi mamá:  "¿desde cuándo arrastra la pierna derecha para caminar?"... no sabía de lo que me estaba hablando...  todo pasaba muy rápido y muy lento a la vez, recuerdo que lo chequeó y llamó a la enfermera:  "cancela todas mis citas y pide urgente el tomógrafo!", luego hubo un silencio, en realidad lo hubo en mi cabeza, porque Inga no dejaba de llamar para pedir un turno... ella se levantó y dijo:  "voy a conseguir un turno".

Llamé a Betty y le dije:  "tienes que venir, Bruno tiene algo grave!".  Luego llamé a mi papá para que nos acompañe. 

En la sala de espera de la resonancia magnética, yo solo podía llorar.  Estaba sentada en el piso, y mi rostro estaba sobre las piernas de Bruno.  "No llores mami".  Lo miré y lo supe... tenía que ser una campeona.  Parada frente al monitor, veía pasar las imágenes de su pequeña cabecita y de pronto lo vi, no tenías que ser médico para darte cuenta que eso con forma de una moneda de 50 centavos, no debía estar allí.  

Luego el neurocirujano solicitó poner contraste en el suero de Bruno, solo para comprobar lo que ya era evidente.

Inga me levantó y me sostuvo de hombros "Bruno tiene un tumor cerebral" y mi única respuesta fue:  "¿y yo debí darme cuenta?"   Era miércoles 19 de agosto, y el neurocirujano pidió que me saquen de la sala cuando empecé a llorar.

CONTINUARÁ...


6 comentarios:

  1. He leído con el corazón hinchado y con espectativa de que todo es como lo recordaba, la incertidumbre y el miedo nos invadían.

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  2. ABRAZO TU CORAZON!!!

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  3. recuerdo el momento exacto de tu llamada, me encerré en el baño para q mis hijas no se asusten, me sente en el piso, en shock y después a llorar contigo.

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