No quiero agobiarlos contándoles detalles sobre la operación fallida en el hospital para hacer la punción que el neurocirujano quería, ni del viaje a Cuenca para ver al charlatán que me prometió su recuperación, ni como dejamos de entender lo que decía porque el tumor empezó a afectar su habla. Se que se lo preguntan... nos habíamos sacado la lotería... el tumor estaba ubicado en el tallo cerebral, un tumor inoperable, incurable, intratable. El tallo cerebral controla la respiración, el ritmo cardiaco y la presión arterial. 😟, así que en realidad el tumor era insoportable.
Bruno volvió a casa, pero su cuarto se había trasformado, los juguetes ya no estaban, solo su cama, el televisor y encima de su cómoda, un sin número de medicamentos. La rutina empezaba con el desayuno que nos podía tomar entre 2 y 3 horas, luego los remedios, luego algo de tele y dormir, el almuerzo empezaba como a las 13h00 y terminaba como a las 16h00, así que la cena empezaba, luego del baño, como a las 19h00 y terminaba como a las 21h00.
Su glotis dejó de funcionar, así que una parte de lo que comía iba a parar a sus pulmones, por lo que tenía que recibir terapia respiratoria cada 2 días. No, no les voy a contar detalles de lo doloroso que eran las terapias, pero si sobre lo especial que era Bruno... "No mamá, no necesitan cogerme, yo soy un campeón" y sin moverse dejaba que le introduzcan el tubo por su nariz para aspirar sus pulmones. Yo simplemente enmudecía y miraba directamente a los ojos de mi papá, quien me acompañaba.
Era 29 de agosto, no recuerdo la hora, hacía calor e intenté prender el aire acondicionado. Bruno se incorporó sobre la cama, caminó sobre el colchón, prendió el aparato y luego vino hacia mi, me dio un abrazo y un gran beso, luego volvió a acostarse. Era como si de pronto estuviera mejor... luego me pidió que lo lleve a River Park y a la juguetería. Inga me dijo que sí inmediatamente.
Al día siguiente, Bruno hizo un pedido: "Mamina (como le decía a mi mamá), quiero comer fideo verde con pollito de agua". Ese almuerzo duró hasta las 17h00, le costaba mucho pero quería comerlo y aunque el postre era helado de chocolate, casi no lo tocó. Habrán sido las 19h00 cuando empezó a hacer cosas extrañas, luego del baño. "Qué haces Bruno?", "Estoy nadando con Francisco!"... me preocupaba que se golpeara así que lo cargué para llevarlo al comedor, palpé lo delgado y liviano que estaba...
De repente empezó a reirse, y miraba por encima de mi hombro. "Qué ves Bruno?", "Son millones mamá!... son millones de angelitos!". Yo solo miré a mi mami y le dije que era el principio del fin. Todos lo rodeamos, mi mamá, mi papá, mi hermana Stephy y Betty que llegó 2 días después de mi llamada. Lo llevé a dormir y nos quedamos profundos en la misma cama, mientras mis hermanas mudaron el colchón al piso del cuarto de Bruno.
El ruido indescriptible me despertó, estaba oscuro no podía ver nada... Me incorporé y senté a Bruno entre mis piernas, su espalda contra mi pecho... "Trae el nebulizador..." le dije a Stephy. Cuando la luz se encendió y vi el color de sus uñas, entendí lo que pasaba, Bruno se estaba ahogando... "Betty, llama a Inga, dile que Bruno está agonizando"
Para mí, habían pasado solo minutos, cuando vi a Inga parada en la puerta del cuarto. Ella me miró y solo dijo: "Así es". "No tengo pulso" me decía ella mientras le chequeaba el cuello y yo le respondía "yo tampoco" mientras sostenía mis dedos sobre su muñeca, luego esperábamos... Recuerdo que se volteó a mi y me preguntó que cómo podía hacerlo. No se si pasaban horas o minutos, yo solo sabía que tenía una misión y era ayudar a Bruno en ese momento.
El sano y fuerte corazón de Bruno luchaba por bombear sangre y eso hacía que el paro respiratorio se detenga, así que yo aprovechaba cada instante para decirle que le daba permiso de ir a jugar con los angelitos. Para ese momento, Bruno estaba acostado frente a mi, entre mis piernas, así que podía observar cada gesto suyo, cada sonido, cada suspiro.
Pensé que algo no estaba haciendo bien, que tenía que hacer algo más para ayudarlo, recuerdo haber hablado con Dios y haberle dicho que no se suponía que sea de esa forma su partida, que tenía que ser rápido y sin dolor, como prácticamente había sido desde su diagnóstico. De pronto, empecé a decirle a Bruno que una mujer lo iría a recoger, pensé en la Virgen y luego supe que fue mi abuela materna, le dije que ella lo llevaría con los angelitos, que no soltara su mano, se lo repetía una y otra vez, sin embargo todo seguía igual.
Lo levanté en mis brazos, lo abracé, lo besé y le dije: "Bruno, mi amor la mamá estará bien, te lo prometo, te doy permiso de ir a jugar con los angelitos". Lo miré y suspiró, esta vez por última vez. Eran casi las 2h00 del 31 de agosto.
CONTINUARÁ...
Admiración por tu fortaleza
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