domingo, 11 de febrero de 2024

No lo podía creer... me quedé sin habla!

Realmente no se cómo empezar esta historia, sucedió cuando yo estaba por ingresar a mi último año en el colegio.  

Mi mami había logrado encontrar una casa hermosísima, donde yo viví durante 22 años y que, luego de mucho insistir mis padres vendieron en el 2023.  Mirando hacia atrás, en esa casa pasé los mejores y peores momentos, que fueron el nacimiento de Bruno Alejandro y así como su muerte; pero esta historia que estoy a punto de contar, si lo pienso rápidamente fue algo que no había estado "presente" durante mi edad adulta, pero como se que la mente nos "juega sucio", hoy voy a investigar cuánto de ella, caló en mi.



Esa era yo, a los 17 años.  Tanto para Betty, como para mi, que estábamos en edad para salir con chicos, era ideal que nos mudáramos al norte de la ciudad, después de vivir en el sur, casi toda mi vida.

Era una urbanización de apenas 32 casas, y el contratista la entregaba con algunos pendientes que los debían resolver mis padres, con la ayuda de algunos trabajadores, que como pienso ocurre en toda Latinoamérica, eran personas, en aquella época sólo hombres de escasos recursos y poco acceso a educación.  

Luego del colegio,  mi mamá nos llevaba, a Stephy de 7 años y a mí, a chequear cómo iban los trabajos y para ver si se necesitaba algún material de construcción.  Recuerdo que estaban montando las rejas de las ventanas, que en Guayaquil, junto con el cerramiento trasero del patio, para mayor protección a la casa.

Era increíble llegar y ver que faltaba poco para la mudanza.  Betty y yo, compartiríamos habitación, como lo hicimos casi todo el tiempo que vivimos juntas.  No tengo recuerdo dónde estaba ella, ese día, me imagino que en la universidad.

Ese día el "maestro", como se le dice al que dirige al resto, le dijo a mi mami que necesitarían más cemento, así que nos disponíamos a subirnos al carro, cuando justamente llegó mi tío a visitarnos.  No recuerdo si yo quise quedarme, o fue decisión de ella, pero lo que sí recuerdo es que mi madre jamás, jamás me hubiera dejado sola con esos trabajadores, si no hubiera estado él, mi tío, que era mi familia, una persona de confianza.

Recuerdo que empezamos a caminar, dando vueltas alrededor de la casa que prácticamente tenía una forma cuadrada.  Habían trabajadores alrededor nuestro, pero como el ancho del corredor era de 3 metros podíamos movernos sin interrumpir su trabajo.  

Caminábamos, uno junto al otro... No recuerdo cuánto tiempo pasó desde que mi mamá arrancó el carro y salió de allí, ni de lo que estábamos conversando... lo único que recuerdo es lo que pasó, a partir del momento en que dijo:  "eres muy bonita, te pareces tanto a tu mamá..." 

En mi cabeza, esas palabras no tenían mucho sentido, porque el que me las decía, era mi tío paterno, y yo era su sobrina de 17 años, así que no entendía a dónde quería llegar con todo eso, me volteé a verlo y en ese momento se acercó a mí, y me besó en los labios.  

Mientras escribo, me he detenido para revisar mi cuerpo y mis sensaciones al respecto, mi corazón palpita más fuerte, tengo asco y aunque trato de recordar si me puso una mano encima, mi mente no me deja seguir más allá.

Lo próximo que recuerdo es dar unos pasos hacia atrás, voltearme y acelerar el paso hacia la calle... Sentí un alivio enorme al darme cuenta que mi mami, se estaba bajando del carro.  Fui hacia ella sin decir una sola palabra, pero el contacto visual fue más que suficiente para que se diera cuenta que algo no estaba bien, y me diga "qué pasó?"

No volteé, solo escuché que él encendía su carro y se iba... en ese instante le dije "mi tío me besó".

Mis recuerdos de lo que pasó después se diluyen, recuerdo contarle todo a mi mami, luego mi mamá contándole a mi papá y las posteriores discusiones que presencié entre ellos, pero me quedo con lo que decidió mi papá.

Cada domingo había el almuerzo familiar en casa de mis nonnos, los papás de mi papá, a donde asistíamos todos:  mis papis con nosotras, mis dos tíos con sus familias, y de vez en cuando, mis tías, las hijas mayores, con sus esposos.  Así que la instrucción que recibí, era que cada vez que fuéramos a esos almuerzos, yo debía saludar a mi tío, con un beso en la mejilla y no debía volverle a dirigir la palabra.  Eso era todo.

Siempre había pensado que mi padre debió protegerme, debió hacer algo más, golpearlo? matarlo?  Pero cuando investigas de verdad una historia, debemos llegar al fondo para encontrar el motivo real, lo que llamamos en PNL (programación neurolinguística) la "intención positiva" detrás de un comportamiento.

Me sorprendí darme cuenta, de todo lo nuevo que descubrí de esta historia...   luego de profundizar, haciéndome una, y otra y otra pregunta... me di cuenta que a pesar que mi mamá estaba horrorizada por lo que había pasado, había optado por no contradecir la decisión de su esposo; así como me di cuenta que, a pesar de tener 17 años y poderme negar a seguir la instrucción de mi papá, opté por acatarla, pero ¿por qué?

Esperé que mis padres "hicieran algo" cuando yo misma no fui capaz de hacerlo, porque cuando pasó... no reaccioné, me paralicé, no lo empujé, no lo alejé, no corrí, no grité, en una palabra NO me defendí, pero ¿por qué?

Y luego, cuando acepté ir domingo tras domingo, y esperar en silencio "llegar de primeros" para evitar el penoso acto de saludar, uno a uno, a mis familiares, incluyendo a mi tío, tampoco hice nada, no lo expuse frente a toda la familia, no lo encaré, no le reclamé, pero ¿por qué?

Y la respuesta que me llegó, al principio no la entendí... por verguenza... pero verguenza de qué?  Lo que salió de mi boca me horrorizó y luego me di cuenta que era mi absoluta verdad porque lágrimas brotaron de mis ojos... yo pensaba que lo había PROVOCADO.

Entendí cuánto había calado en mi cabeza, las frases denigrantes que mi papá le decía a mi mamá, cuando éramos niñas, cuando la acusaba de PROVOCAR a los hombres, por la ropa que usaba, por su cuerpo, por sus ojos, o por cualquier razón que su mente celosa e insegura pensara día tras día.

Darme cuenta que yo había aceptado como válido ese pensamiento, que como mujeres provocamos a los hombres, fue suuuuuuuper difícil, pero luego "me llegó" la aceptación radical como dice mi amiga Carla Calderón, porque con todo el amor y compasión del mundo hacia mí misma, supe que la intención positiva detrás de este comportamiento sumiso y de absoluto silencio... como siempre... mi ¿para qué? había sido mi deseo constante de "no quedar mal", mi deseo de "encajar"

Esta historia tiene el mejor de los finales, uno en el que me libero de la responsabilidad que había asumido todo este tiempo, así como me perdono por no hacer nada... en realidad por pensar que no tenía la capacidad para hacerlo... yo misma me lo impedía, como muchas otras veces a lo largo de mi vida.  Gracias a investigar estas historias, con amor y cariño, cada vez es más fácil elegir ser feliz.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario