sábado, 23 de marzo de 2024

Soy la esposa...

En enero de este año, escribí una historia donde contaba un pedacito de mi historia con Raúl (nombre ficticio) y prometió más detalles... bueno llegó la hora.

Yo era Gerente Comercial de una empresa comercializadora de un software de Gestión Documental. Mi trabajo me llevaba semanalmente a viajar a Quito. Era la primera en la fila del counter para chequearme en mi vuelo de regreso, dejé mi maletín en el piso, para asegurar mi puesto, mientras leí mis correos en el celular.

Los que me conocen saben que cuando estoy usando el celular, camino sin cesar de un lado a otro... Hasta que vi unos zapatos de hombre junto a mi maletín y levanté la vista... nos vimos por primera vez.

Su primera frase lo delató... era un coqueto, se presentó y me dio su tarjeta de presentación; así que cuando vi que trabajaba para una de las empresas que estaba tratando de conseguir entrar, respondí con la mía inmediatamente.


Cruzamos un par de palabras más, hasta que me extendieron mi boarding pass e ingresé a la sala de embarque que estaba a reventar.

Me senté y casi de inmediato... pude ver sus zapatos, esta vez junto a los míos.  Se sentó a mi lado, que era el único asiento libre más cercano, y como los vuelos estaban retrasados tuvimos un buen rato de charla.

Finalmente ambos abordamos el vuelo y no volví a verlo, hasta que llamó 2 días después, a mi oficina. 

Llevaba 4 años sin tener una pareja formal.  No estaba buscando ningún romance serio porque estaba dedicada 100% a ser mamá de Bruno Alejandro, aunque estaba "saliendo" con alguien con quien había tenido una mega discusión el día anterior.

Me invitó a salir, y motivaba por mi amigo F, acepté.

Tengo que reconocerlo, me atraía muchísimo y era la primera vez que saldría con un hombre, casi de mi misma edad.

Nos encontramos en un lugar abierto, tomamos unas cervezas y conversamos muchísimo.  Era muy muy gracioso, ocurrido.  Me contó que era divorciado, que vivía en Quito,  trabajaba de Auditor de lunes a viernes, para la sucursal Guayaquil de un organismo de control gubernamental.   

Cuando me di cuenta había pasado casi 3 horas y casi era media noche... había pasado una noche realmente espectacular y cuando nos despedimos nos dimos nuestro primer beso.

Y de pronto, había empezado una relación.  Todos los días, iba a mi oficina a media mañana para tomarnos un café, así que cuadraba mis horarios para recogerlo en el aeropuerto los lunes y dejarlo allí los viernes.  Esto me parecía fantástico porque los fines de semana eran consagrados para Bruno Alejandro.  

Podría decirles que era bastante atento, porque no me dejaba pagar nada, e incluso pagaba la gasolina que usaba mi vehículo.

Poco a poco la relación fue prosperando, y cuando llegó mi cumpleaños, me hizo llegar a la oficina un hermoso ramo de rosas, con una nota muy romántica.  Cuando llegué a la casa, Bruno lo vio y me preguntó:  "mami, quién te envió el ramo?", le respondí con la verdad.

En la noche, antes de dormir le pregunté si quería conocer a mi novio, y él me dijo "sí mami"... Lo llamé y le dije, él inmediatamente me dijo "almorcemos mañana juntos".

La relación entre ambos, era muy buena.  Y por primera vez, empecé a ver lo bueno que sería tener una imagen masculina que le enseñara cosas de hombres.  Con él, Bruno Alejandro entró por primera vez al baño de hombres.

Luego de visitar en la clínica, a la madrina de bautizo de Bruno, mi amiga M., quien había sido madre por segunda vez, fui conversando telefónicamente con R., nos despedíamos porque las siguientes dos semanas se iría de vacaciones, con su hija, a un lugar en la selva, y estaría sin señal.

Durante esas 2 semanas, Bruno Alejandro fue diagnosticado de cáncer cerebral, internado, trasladado a casa para fallecer el lunes 31 de agosto de 2009.  Raúl se enteraría a través de un mensaje de texto.  Apenas llegó a Guayaquil fue a verme a la sala de velación.

Me acompañó muy cercanamente las siguientes semanas, de hecho empezó a frecuentar mi casa, conoció a mi familia y a mis amigas cercanas.  Yo volví al trabajo, a las 2 semanas de la muerte de Bruno, así que me obligaba a salir de la oficina para tomar un café, a diario o ir un rato a la iglesia, que es el único lugar donde me permitía llorar.

Con la ausencia de Bruno Alejandro, mi atención se volcó a Raúl.  

Yo lo llenaba de atenciones.  Le hice muchos regalos personales, como un hermoso reloj que usaba a diario, no se si en mi afán de compensar la tristeza. 

Ahora bien la presencia de Raúl los fines de semana empezó a sentirse necesaria.  Los fines de semana se me hacían eternos, pero ante mis propuestas de viajar un fin de semana a Quito, o que él se quede en Guayaquil, sus excusas se resumían a que su hija era muy celosa.

Con todo ese tiempo libre, las señales que siempre vi y que hasta ese momento ignoré, me empecé a "dar cuenta" de detalles extraños en su comportamiento. 

Recuerdo que le dije que todo me parecía muy extraño, y que finalmente se comportaba como si estuviera casado, lo cual negó rotundamente.  Se enojó más que yo, a tal punto que luego de enseñarme su cédula de identidad donde aparecía su estado civil DIVORCIADO, me dijo que termináramos.

Lo cual no ocurría.

Uff! En realidad, empecé a dudar de todo lo que decía, seguía sintiendo que algo no cuadraba.  Y yo empecé a lucir muy muy intensa.  Poco tiempo después, Raúl me dijo que tomaría una maestría de 2 años, en el exterior y que lo mejor era terminar, porque tarde o temprano, la relación se enfriaría.  Para ese momento, yo ya me había cambiado de trabajo, y le había prestado $1,000.00

En una de las tantas discusiones, Raúl me juró por la vida de su hija que no me estaba engañando.  Cuando lo dijo, no pude sino pensar en Bruno... en que ya no estaba conmigo, y que un padre jamás podría usar esa frase si en realidad no estaría hablando en serio. 

Un día en la oficina, necesitabas validar una dirección de Quito, así que lo llamé para que me diera la suya, entre nervioso y apurado, me di la información, así como el número telefónico de su casa en Quito. 

Ese fin de semana iría a Quito a visitar a una amiga, cuando me vio en el aeropuerto se puso pálido, no dejó que yo avanzara hacia donde estaba él con sus compañeros de trabajo y me interceptó para saber qué hacía allí.  Obviamente, le pedí a mi amiga ir a la dirección y no existía.

Regresé a Guayaquil, y luego de un largo día en la oficina, tomé mi celular y llamé al número que me dio, en realidad nunca pensé que me contestarían, ni todo lo que pasaría después.  "Hola! Soy XX oficial de servicios de telefonía celular, estoy buscando al señor Raúl Ramírez" y cuando pensé que me dirían que estaba equivocado, la empleada me dijo:  "un momento".

Una mujer tomó el teléfono, mientras mi corazón se me salía del pecho.  Ella dijo: "Hola! Raúl no está aquí, pero habla la esposa ¿qué necesita?"  Yo me quedé paralizada.  Cerré, pero como tenía identificación de llamadas, me llamó de vuelta. Yo negué rotundamente todo y cerré la llamada, necesitaba respirar porque me estaba quedando sin vida.

Raúl llamó inmediatamente, me dijo que lo habían llamado a su casa en Quito... y yo solo le dije que habláramos luego porque estaba manejando.

Cuando llegué a mi casa, me armé de valor y volví a llamar a esa mujer.  Me identifiqué con nombre y apellido, le dije que llevaba más de 9 meses siendo la novia de Raúl en Guayaquil, y que jamás había sabido de ella.  Le conté de Bruno, su muerte y sobre el juramento que Raúl me había hecho para asegurarme que no mentía.  

Ella solo respondió que lo sospechaba desde que lo vio usar el reloj.  Me contó su historia con él, las idas y las venidas, sus infidelidades, sobre su hija, sobre el divorcio y la reconciliación que habían tenido hace más de un año, y la decisión de no formalizarlo legalmente, nuevamente.  Ella trabajaba en una gran empresa en Quito y tenía un alto puesto directivo.

Mientras la escuchaba, Raúl llamaba insistentemente.  Me enviaba mensajes de texto, correos.  Diciéndome que todo era un mal entendido que me amaba.

Cuando cerré con ella, le juré que no lo volvería a ver nunca más, y durante casi un mes, mantuvimos conversaciones por correo, en donde ambas copiábamos a Raúl.   

Raúl nos escribía a ambas por separado, diciéndonos casi exactamente lo mismo, que nos amaba y que lo perdonáramos.  Lo supe porque su mujer me reenviaba esos mismos correos.

Me sentía enojada, traicionada, avergonzada, sorprendida, asqueada, dolida, y sola.

Al mes siguiente, recibí un mensaje de texto de un número desconocido.  Me decían que Raúl y su ex-esposa se habían reconciliado, y que me aleje de él.  Siempre pensé que había sido su hija.

Esta historia en quién me convertía... en amante?  qué es lo que realmente me molestaba o más bien me aterraba?

Quedarme sola, hacerme cargo de mi vida luego de Bruno Alejandro, hacerme responsable de mi felicidad, algo que no quería hacer y que no hice durante mucho tiempo, tanto que me pasó factura.

Raúl era un mentiroso, pero que al igual que yo, se creía sus propias mentiras.  Esas mentiras que me decía para seguir viviendo de la manera que lo estaba haciendo, manteniendo una relación solo para no estar sola.

Raúl no es un monstruo es un maestro que me enseñó que no hay nada más hermoso que confiar en uno mismo, en su intuición.  Así que hoy, me perdono y reconozco, y además le agradezco su tiempo y su compañía, porque aunque sea por unas cuantas horas, lograba desconectarme de la tristeza y la desesperanza.

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