sábado, 16 de marzo de 2024

Hola! soy la novia de tu papá.

Conocí a R., el papa de mi hijo cuando estaba a punto de cumplir 50, yo tenía 28 años.  Nunca me importó la diferencia de edades.  

Acababa de terminar con mi novio uruguayo con el que me iba a casar, no me lo creerán pero no recordaba esta parte de mi vida hasta que empecé a escribir👀... 

Una tarde, salí a acolitar a mi amiga L, quien quería encontrarse en el bar de un amigovio.  Mi hermana se nos juntó luego.  R. era amigo del amigovio de L., tengo que reconocer que me gustó desde el primer instante que lo vi, que no fue en esa ocasión.  Lo vi por primera vez en un concierto, en otro bar, semanas antes.

Charlamos toda la tarde y toda la noche, de ese domingo.  El bar tenía que cerrar, así que decidimos irnos a comer a una cafetería que abría 24 horas.  Cuando nos dimos cuenta que era realmente tarde, nos despedimos en las escalinatas de la cafetería.  R. me pidió mi número y le di mi tarjeta de presentación (ya se, ya se... pero en esa época no se usaban los teléfonos inteligentes, además había decidido no volver a usar celular luego de terminar con R., mi ex)

L. mi amiga, era mi asistente en el banco para el que trabajaba, así que al día siguiente, cuando me pasó la llamada de R., me dijo:  "Quiere que le resuelvas!" y luego ambas no paramos de reirnos.

La siguiente salida la hicimos L., su amigovio, R. y yo, a un bar, nos contamos media vida.  Sentía que existía una química especial entre los dos, pero en el fondo pensaba que estaba quiriendo revivir la historia con mi ex:  ambos se llamaban igual, su acento casi era el mismo (uruguayo y argentino) y ambos eran bastante mayor a mi.

Nunca me ha gustado tomar, así que cuando vi mis 3 compañeros de aventura más alegres de lo que yo hubiera querido, decidí que era el momento de quitarle las llaves del carro de mi amiga.   Manejé a la casa de R., donde se quedarían él y su amigo; aunque los planes de R. incluían que yo accedería a "seguir la fiesta".  Me pidió subir a su departamento, a lo que le contesté cortésmente que NO, pero ante su insistencia, mi respuesta final fue: "no ch**ha".

Pensé que no nos volveríamos a ver, luego de ese bochornoso momento, pero no fue así.  Seguimos viéndonos y hablándonos, siempre había una "buena razón".  Tras pelear muchísimo conmigo misma, y perder una apuesta en el partido Argetina - Ecuador, empezamos nuestra relación.  Era Agosto del 2001.

Vivía solo, pero me contó que tenía 2 hijos:  D. de 25 y S. de 24 años, respectivamente, fruto de su primer matrimonio, vivían en Argentina.  Y su hija C. que en ese momento tenía 13 años y era hija de su relación con una argentina, vivían en Ecuador.

Conocí a D., al principio del siguiente año,  porque vino a vivir a Ecuador... su relación era terrible, siempre le decía que era la oveja negra de la familia, no así con S. con quien se llevaba de maravilla.  Conocí a S. en un viaje que hizo a Ecuador.  Ambos sabían quién era, pero C. no tenía idea de mi, y era la niña de los ojos de R. 

Una de las historias que me contó en su momento, y que usaba para justificar su actitud ante la vida, fue que cuando tenía 10 años, lo último que escuchó de él fue "voy a comprar cigarrillos". Su padre no volvió nunca más a la casa, los abandonó, a él y a sus 2 hermanos.  R. era el hijo del medio, como yo.  

Nuestro primer año juntos, la relación fluía... bueno eso pensaba yo, en realidad lo que yo hacía era acomodar mi vida a la suya.  Así que odiaba que llegara diciembre, porque él se iba a Córdoba para pasar con su familia, por casi 3 o 4 semanas.  Nunca lo acompañé en esos viajes.

Para mi, era una especie de Dios.  Con el me sentía como una niña con cuerpo de mujer, me sentía incapaz de contradecirlo, de expresar mi opinión real (aunque en ese momento pensaba que mi opinión era igual a la suya), de poner mis necesidades por lo menos a la par que las suyas.  Hoy puedo ver que fue uno de mis peores períodos como mujer complaciente.  

Dejé de meditar, de frecuentar a mis amigas, todos mis planes eran o tenían que ver con él.  Mi papá se enteró de mi relación en Feb/2002, pero no lo conoció sino hasta Mayo/2004, que él organizó una parrillada en la casa de mis padres, donde yo vivía, para celebrar mi cumpleaños.

Es rarísimo cuando me pasa, como ahora... que al escribir mi historia empiezo a recordarla, tal como era, y no como la película rosa y romántica que guardé en algún lugar de mi mente y mi corazón.

No voy a cuestionar si él me amó o no, no voy a caer en la tentación de decir, no fue suficiente... lo real es que en esta relación no existía un equilibrio entre lo que daba y lo que recibía, pero no me daba cuenta, o sería que no quería hacerlo?

R. fumaba demasiado, tomaba en exceso y era un consumidor constante de café, le gustaba la velocidad, la adrenalina, salir y divertirse.  Yo era todo lo contrario, aunque gracias a él conocí el placer de tomar expreso... algo que conservo hasta ahora.

Recuerdo que un día, me acosté en su pecho y escuché sus latidos... se escuchaba acelerado, inconstante, sin ritmo; además se escuchaba como un silbido en sus pulmones.  Luego de 6 meses juntos, dejó de fumar y se concentró en su empresa. Fue impresionante cuando un día, volví a escuchar sus latidos, se habían normalizado y ya no se escuchaba el silbido.  

Muchos años después, un amigo que lo conocía, se impresionó que yo hubiera sido su pareja, me dijo "pero era un vago, un alcohólico, un vividor... tú no eras su tipo, ¿qué hacías con él?"  

Para el segundo año, el tema de conocer a C. era como un elefante en la habitación, nunca lo hablaba aunque lo insinuaba, así como también las ganas que tenía de jugar a la casita con R., para mí, una cosa llevaría a la otra.

R. se cuidaba muchísimo de no hablar con ella mientras yo estaba a su lado, y viceversa; y debía contestarle, o se alejaba o me decía que no hable.  Cada vez que pasaba, yo sentía inmediatamente un profundo resentimiento, es lo único que me sentía capaz de hacer, porque pedírselo para mí, no era opción. 

Un día estaba en el departamento de R., quien había salido.  Sonó el teléfono verde que estaba sobre el escritorio.  Contesté... era C.


Me quedé paralizada, sabía que esto no acabaría bien:

YO:  Alo!
C.  :  y mi papá?
YO:  Salió.
C.  :  ¿Quién eres?
(hice un silencio de 5 segundos, que se sintieron como minutos, mientras trataba de encontrar la respuesta correcta)
YO:   Soy la novia de tu papá.
C.  :  (tiró el teléfono)

Tres segundos después sonó mi celular (para ese momento ya usaba nuevamente celular), era R. realmente histérico, no lograba entender nada de lo que decía, yo no quería enfrentar esa conversación.

Mientras esperaba que llegue, estuve tentada a salir huyendo, era consciente que R. podía a ser violento, lo vi muchas veces cuando presencié discusiones telefónicas con su ex, y presenciales con su hijo, sus amigos, sus empleados... ¿yo sería la siguiente si me quedaba allí?  Nunca me levantó la mano, pero sé que sus esfuerzos por contenerse, en algún momento se terminarían. 

Llegó, gritó, habló, otra vez gritó... pero como pocas veces en mi relación con él (dos para ser precisas, ésta y la de nuestra separación), sostuve mi argumento, le dije, "si me pregunta quién soy, no le voy a mentir".

El elefante siguió en la habitación durante algunos meses más, hasta que él me pidió que lo acompañe a recoger a C. para llevarla a una fiesta.  Iríamos en mi carro, en vez de su camioneta.  El momento fue tenso, pero luego todo fluyó. R. estaba feliz, y yo también... 

Unas semanas después, celebramos el cumpleaños número #52 de R., estuvimos conversando horas con C., parecía que me había aceptado.  Esto podría significar algo más?

Durante ese segundo año juntos, empezamos a tener nuestras idas y vueltas.  Sucedía cuando me llenaba de valentía y le decía lo que quería de él y nuestro futuro.  Pasaban unos cuantos días y siempre existía una buena y justificada razón para vernos y por supuesto volvíamos.  

Una de nuestra últimas veces, R. me dijo que había empezado aceptar tener hijos y yo le contesté que había empezado aceptar no tenerlos.  

Unos días después terminamos nuestra relación, y él salió de viaje hacia Argentina, a su regreso yo ya estaba trabajando en una nueva empresa y recuerdo que fue a visitarme para darme unos regalos que había traido para mi familia.  Excusas siempre existían, pero esta vez no volvimos sino luego de casi 3 meses.  

Se exactamente el día que me embaracé, pero esa es otra historia, si quieren saber en qué terminó, lean la primera de ellas.

El final feliz de esta historia, la decido hoy porque puedo perdonarme por no ser capaz de ver, cada una de las formas que R. me demostró que "no era por allí", que que le exigía que me de, algo que YO misma no tenía para mí.

Así como agradecerle, como lo hice hace como unos 6 meses, a través de un mensaje de texto, que no solo me permitió vivir la experiencia maravillosa de ser madre y padre de Bruno Alejandro, durante 4 años de mi vida, sino de haber sido un gran maestro en mi vida.


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