jueves, 28 de marzo de 2024

Tengo que producir, de lo contrario... ¿qué?

Como algunos de ustedes sabrán, en enero/2023 me informaron que luego de 7 años en la empresa para la que trabajaba, pasaba por una reestructuración, y eso solo significaba una cosa:  estaba despedida.  Si quieres saber más del chisme puedes revisar esa historia acá 👉 La bendición de ser despedida

Pero como saben también, mi plan B era empezar mi marca personal como Coach, ya que en julio me graduaría como Master en Coaching Directivo y Liderazgo en Barcelona, actividad que venía ejerciendo desde que nos lo permitieron, el año anterior.  

Empecé a trabajar con un consultor para mi marca personal... no los aburriré con detalles, en julio puse en producción, mi web y mi cuenta de instagram... la de LinkedIn la había empezado a la par de empezar mi actividad como coach.

Regresé de Barcelona, me puse frente al computador y empecé a crear contenido en mis RRSS, hablaba de liderazgo, comunicación, empatía, creencias limitantes...  todos los días me levantaba y escribía... sin parar.  Aprendí a editar videos, hacer en vivos, a usar Canva.... Dije estoy lista para los nuevos clientes... pero solo se escucharon los grillos afuera de mi casa!

Fueron meses difíciles... porque escuchaba la voz en mi cabeza, que me decía "Tienes que producir!", "Tienes que generar ingresos..." No me quería comer la generosa liquidación que había recibido, pero tampoco llegaban los clientes... estaba en un bucle interminable, que empezaba con la esperanza, pasaba por la comparación, atravesaba la incertidumbre y terminaba en la desesperación... 

Mientras escuchaba una masterclass sobre "Presentarte sin miedo", la speaker abrió micrófonos para que las que quisieran se presentaran, así como sus servicios.  Y allí la escuché, era una mentora en Comunicación y Ventas, su mensaje era tan específico... parecía que me hablaba a mi, aunque estábamos más de 100 personas escuchando, parecía que conocía por lo que estaba pasando.  Tenía que trabajar con ella.

Recuerdo nuestra primera charla, cuando le dije cuánto cobraba... me dijo:  "Estás loca! ¿No te das cuenta el valor de lo que ofreces?"  Aunque no le contesté, la respuesta en mi cabeza fue:  "Valor????"

Como nada es casual, sino todo lo contrario... Unos meses antes de empezar con su mentoría en Comunicación y Ventas, yo había descubierto mi patrón... al fin había descubierto que tenía el hábito de la complacencia y claro, estaba en negación.  No podía creer que yo había hecho todo lo que había hecho solo para complacer a mis padres, mi hijo, mis parejas, mis jefes, mis amigos.

Luego pensé que esto sería "pan comido", solo tendría que recordar que lo era: "complaciente" y simplemente "evitarlo"... e ingenuamente pensé que se resolvería de la noche a la mañana. Grave error.

Había días que me levantaba y me comía al mundo... y otros no quería ni levantarme de la cama, en una mezcla de verguenza y culpa por lo que había hecho, tristeza por el tiempo perdido, desesperanza porque sentía que esto era más grande que yo... 

Recuerdo que tomé la segunda clase, y el ejercicio me removió todo, no podía dejar de pensar que no era suficiente, que cómo la gente iba a escuchar mi mensaje, que quién era yo... pero a la misma vez la desesperación por generar dinero, por demostrarle a mi esposo que yo también podía aportar para los gastos en la casa.  Creo que durante 2 o 3 días, solo pensaba en eso mientras leía, veía TV, comía... cuando me acostaba y cuando me levantaba... SIEMPRE.

Esa mañana me levanté y fui al baño, y de pronto lo sentí... supe que me daría eso... (mmm no se cómo voy a explicar esto con palabras).  Desde los 14 años, lo he tenido.  Empieza con un frío por todo el cuerpo, que se manifiesta con escalofríos, luego llega un calor extremo, que se manifiesta con sudor excesivo y luego me apago:  primero los pies, las piernas, el tronco, y para cuando llega al cuello no tengo control absoluto de mi cuerpo.  


La primera experiencia llevó consigo sendos exámenes médicos, revisiones, y la conclusión de los doctores fue que no tenía nada, y que tenía que tomar de por vida:  Xanax.  Lo cual hice por unos meses, hasta que me rebelé.

Con el tiempo, aprendí a controlarlo... me sentaba y me acomodaba de tal manera que mi cabeza no llegue a golpear el piso.  La recuperación llega tan rápido que para mi se convirtió en algo normal.  La cara de mi esposo cuando vio por primera vez lo que me ocurría, fue muy muy graciosa... Bueno yo me reí, él no tanto.

Hace 3 años, tuve un episodio bastante fuerte, mi cabeza golpeó el vidrio del baño y mi esposo corrió a rescatarme al escuchar, entre sueños, el golpe.  Llamó a la ambulancia porque esta vez no logré recuperarme, tuve 3 desvanecimientos consecutivos.

Volví a los exámenes, esta vez el cardiólogo diagnosticó:  síndrome de vasovagal.  Así que hice un trato con Roberto, cuando me vaya a dar, lo llamaría.  Así que cuando despierto, él ha evitado que mi cabeza se golpee, ha logrado levantarme las piernas, y tiene listo el agua con sal o las galletas saletas.

¿Dónde me quedé?  Siiii, esa mañana pasó y aunque Roberto logró escucharme y llegar a tiempo, me dijo que había sido el episodio más complejo que había tenido.  Intenté pararme varias veces y prácticamente no pude, me llevó a la cama casi cargada, tenía naúseas, mi presión estaba por el piso, mi cerebro se sentía pesado... Ahora que lo escribo... mi cuerpo manifestaba tal cual como me sentía anímicamente.

Ese día, descansé... no hice nada.  

Pocos días después, tuve un almuerzo con mis mejores amigos. F. y M., quien me acompañó a tomarme un café.  Bastó hacerme una pregunta: "y bueno cómo estás?" para que yo empezara a llorar.  Empecé a decirle lo mala pareja que era por no poder colaborar con los gastos de la casa... y de pronto me paró en seco.  Me dijo: "pero si tú colaboras..." y luego me explicó cómo mis ahorros producto de: mis bonos, mi liquidación y el valor de la venta de la casa (que pagamos mi esposo y yo) generaban mensualmente los ingresos con los que yo estaba colaborando.

Me caí de la silla...  entonces lo entendí... me di cuenta que tenía que elegir todos los días quién quería ser ese día, la que se queja o la que se compromete consigo misma, la que elije ser la nueva yo y no la del pasado.  Y empecé a hacerlo.

Con ello me permití investigar mis historias, enfrentarme a mi pasado, para cuestionarlo, entenderlo y darle un cierre.  Investigar mis historias me permite reconocer mis pensamientos y creencias, a lo que me aferraba y no me permitía avanzar.  

Solo así logré aceptar la realidad y vivir en el presente, que ahora luce maravillosamente diferente.  Sabes por qué?  Porque hoy elijo ser feliz siempre, pase lo que pase, porque yo le pongo el significado a lo que me ocurre, así me aseguro de convertirme en esa persona que quiero ser.

Logré ver por primera vez, los avances que había hecho, me los celebré y lo sigo haciendo.

Y los clientes?  Llegaron y con tarifa nueva.  Hoy cobro 3 veces más porque conecto con mi mensaje y se lo valioso que es para las mujeres que se permiten empezar un camino que yo recorrí y logré vencer.  

sábado, 23 de marzo de 2024

Soy la esposa...

En enero de este año, escribí una historia donde contaba un pedacito de mi historia con Raúl (nombre ficticio) y prometió más detalles... bueno llegó la hora.

Yo era Gerente Comercial de una empresa comercializadora de un software de Gestión Documental. Mi trabajo me llevaba semanalmente a viajar a Quito. Era la primera en la fila del counter para chequearme en mi vuelo de regreso, dejé mi maletín en el piso, para asegurar mi puesto, mientras leí mis correos en el celular.

Los que me conocen saben que cuando estoy usando el celular, camino sin cesar de un lado a otro... Hasta que vi unos zapatos de hombre junto a mi maletín y levanté la vista... nos vimos por primera vez.

Su primera frase lo delató... era un coqueto, se presentó y me dio su tarjeta de presentación; así que cuando vi que trabajaba para una de las empresas que estaba tratando de conseguir entrar, respondí con la mía inmediatamente.


Cruzamos un par de palabras más, hasta que me extendieron mi boarding pass e ingresé a la sala de embarque que estaba a reventar.

Me senté y casi de inmediato... pude ver sus zapatos, esta vez junto a los míos.  Se sentó a mi lado, que era el único asiento libre más cercano, y como los vuelos estaban retrasados tuvimos un buen rato de charla.

Finalmente ambos abordamos el vuelo y no volví a verlo, hasta que llamó 2 días después, a mi oficina. 

Llevaba 4 años sin tener una pareja formal.  No estaba buscando ningún romance serio porque estaba dedicada 100% a ser mamá de Bruno Alejandro, aunque estaba "saliendo" con alguien con quien había tenido una mega discusión el día anterior.

Me invitó a salir, y motivaba por mi amigo F, acepté.

Tengo que reconocerlo, me atraía muchísimo y era la primera vez que saldría con un hombre, casi de mi misma edad.

Nos encontramos en un lugar abierto, tomamos unas cervezas y conversamos muchísimo.  Era muy muy gracioso, ocurrido.  Me contó que era divorciado, que vivía en Quito,  trabajaba de Auditor de lunes a viernes, para la sucursal Guayaquil de un organismo de control gubernamental.   

Cuando me di cuenta había pasado casi 3 horas y casi era media noche... había pasado una noche realmente espectacular y cuando nos despedimos nos dimos nuestro primer beso.

Y de pronto, había empezado una relación.  Todos los días, iba a mi oficina a media mañana para tomarnos un café, así que cuadraba mis horarios para recogerlo en el aeropuerto los lunes y dejarlo allí los viernes.  Esto me parecía fantástico porque los fines de semana eran consagrados para Bruno Alejandro.  

Podría decirles que era bastante atento, porque no me dejaba pagar nada, e incluso pagaba la gasolina que usaba mi vehículo.

Poco a poco la relación fue prosperando, y cuando llegó mi cumpleaños, me hizo llegar a la oficina un hermoso ramo de rosas, con una nota muy romántica.  Cuando llegué a la casa, Bruno lo vio y me preguntó:  "mami, quién te envió el ramo?", le respondí con la verdad.

En la noche, antes de dormir le pregunté si quería conocer a mi novio, y él me dijo "sí mami"... Lo llamé y le dije, él inmediatamente me dijo "almorcemos mañana juntos".

La relación entre ambos, era muy buena.  Y por primera vez, empecé a ver lo bueno que sería tener una imagen masculina que le enseñara cosas de hombres.  Con él, Bruno Alejandro entró por primera vez al baño de hombres.

Luego de visitar en la clínica, a la madrina de bautizo de Bruno, mi amiga M., quien había sido madre por segunda vez, fui conversando telefónicamente con R., nos despedíamos porque las siguientes dos semanas se iría de vacaciones, con su hija, a un lugar en la selva, y estaría sin señal.

Durante esas 2 semanas, Bruno Alejandro fue diagnosticado de cáncer cerebral, internado, trasladado a casa para fallecer el lunes 31 de agosto de 2009.  Raúl se enteraría a través de un mensaje de texto.  Apenas llegó a Guayaquil fue a verme a la sala de velación.

Me acompañó muy cercanamente las siguientes semanas, de hecho empezó a frecuentar mi casa, conoció a mi familia y a mis amigas cercanas.  Yo volví al trabajo, a las 2 semanas de la muerte de Bruno, así que me obligaba a salir de la oficina para tomar un café, a diario o ir un rato a la iglesia, que es el único lugar donde me permitía llorar.

Con la ausencia de Bruno Alejandro, mi atención se volcó a Raúl.  

Yo lo llenaba de atenciones.  Le hice muchos regalos personales, como un hermoso reloj que usaba a diario, no se si en mi afán de compensar la tristeza. 

Ahora bien la presencia de Raúl los fines de semana empezó a sentirse necesaria.  Los fines de semana se me hacían eternos, pero ante mis propuestas de viajar un fin de semana a Quito, o que él se quede en Guayaquil, sus excusas se resumían a que su hija era muy celosa.

Con todo ese tiempo libre, las señales que siempre vi y que hasta ese momento ignoré, me empecé a "dar cuenta" de detalles extraños en su comportamiento. 

Recuerdo que le dije que todo me parecía muy extraño, y que finalmente se comportaba como si estuviera casado, lo cual negó rotundamente.  Se enojó más que yo, a tal punto que luego de enseñarme su cédula de identidad donde aparecía su estado civil DIVORCIADO, me dijo que termináramos.

Lo cual no ocurría.

Uff! En realidad, empecé a dudar de todo lo que decía, seguía sintiendo que algo no cuadraba.  Y yo empecé a lucir muy muy intensa.  Poco tiempo después, Raúl me dijo que tomaría una maestría de 2 años, en el exterior y que lo mejor era terminar, porque tarde o temprano, la relación se enfriaría.  Para ese momento, yo ya me había cambiado de trabajo, y le había prestado $1,000.00

En una de las tantas discusiones, Raúl me juró por la vida de su hija que no me estaba engañando.  Cuando lo dijo, no pude sino pensar en Bruno... en que ya no estaba conmigo, y que un padre jamás podría usar esa frase si en realidad no estaría hablando en serio. 

Un día en la oficina, necesitabas validar una dirección de Quito, así que lo llamé para que me diera la suya, entre nervioso y apurado, me di la información, así como el número telefónico de su casa en Quito. 

Ese fin de semana iría a Quito a visitar a una amiga, cuando me vio en el aeropuerto se puso pálido, no dejó que yo avanzara hacia donde estaba él con sus compañeros de trabajo y me interceptó para saber qué hacía allí.  Obviamente, le pedí a mi amiga ir a la dirección y no existía.

Regresé a Guayaquil, y luego de un largo día en la oficina, tomé mi celular y llamé al número que me dio, en realidad nunca pensé que me contestarían, ni todo lo que pasaría después.  "Hola! Soy XX oficial de servicios de telefonía celular, estoy buscando al señor Raúl Ramírez" y cuando pensé que me dirían que estaba equivocado, la empleada me dijo:  "un momento".

Una mujer tomó el teléfono, mientras mi corazón se me salía del pecho.  Ella dijo: "Hola! Raúl no está aquí, pero habla la esposa ¿qué necesita?"  Yo me quedé paralizada.  Cerré, pero como tenía identificación de llamadas, me llamó de vuelta. Yo negué rotundamente todo y cerré la llamada, necesitaba respirar porque me estaba quedando sin vida.

Raúl llamó inmediatamente, me dijo que lo habían llamado a su casa en Quito... y yo solo le dije que habláramos luego porque estaba manejando.

Cuando llegué a mi casa, me armé de valor y volví a llamar a esa mujer.  Me identifiqué con nombre y apellido, le dije que llevaba más de 9 meses siendo la novia de Raúl en Guayaquil, y que jamás había sabido de ella.  Le conté de Bruno, su muerte y sobre el juramento que Raúl me había hecho para asegurarme que no mentía.  

Ella solo respondió que lo sospechaba desde que lo vio usar el reloj.  Me contó su historia con él, las idas y las venidas, sus infidelidades, sobre su hija, sobre el divorcio y la reconciliación que habían tenido hace más de un año, y la decisión de no formalizarlo legalmente, nuevamente.  Ella trabajaba en una gran empresa en Quito y tenía un alto puesto directivo.

Mientras la escuchaba, Raúl llamaba insistentemente.  Me enviaba mensajes de texto, correos.  Diciéndome que todo era un mal entendido que me amaba.

Cuando cerré con ella, le juré que no lo volvería a ver nunca más, y durante casi un mes, mantuvimos conversaciones por correo, en donde ambas copiábamos a Raúl.   

Raúl nos escribía a ambas por separado, diciéndonos casi exactamente lo mismo, que nos amaba y que lo perdonáramos.  Lo supe porque su mujer me reenviaba esos mismos correos.

Me sentía enojada, traicionada, avergonzada, sorprendida, asqueada, dolida, y sola.

Al mes siguiente, recibí un mensaje de texto de un número desconocido.  Me decían que Raúl y su ex-esposa se habían reconciliado, y que me aleje de él.  Siempre pensé que había sido su hija.

Esta historia en quién me convertía... en amante?  qué es lo que realmente me molestaba o más bien me aterraba?

Quedarme sola, hacerme cargo de mi vida luego de Bruno Alejandro, hacerme responsable de mi felicidad, algo que no quería hacer y que no hice durante mucho tiempo, tanto que me pasó factura.

Raúl era un mentiroso, pero que al igual que yo, se creía sus propias mentiras.  Esas mentiras que me decía para seguir viviendo de la manera que lo estaba haciendo, manteniendo una relación solo para no estar sola.

Raúl no es un monstruo es un maestro que me enseñó que no hay nada más hermoso que confiar en uno mismo, en su intuición.  Así que hoy, me perdono y reconozco, y además le agradezco su tiempo y su compañía, porque aunque sea por unas cuantas horas, lograba desconectarme de la tristeza y la desesperanza.

sábado, 16 de marzo de 2024

Hola! soy la novia de tu papá.

Conocí a R., el papa de mi hijo cuando estaba a punto de cumplir 50, yo tenía 28 años.  Nunca me importó la diferencia de edades.  

Acababa de terminar con mi novio uruguayo con el que me iba a casar, no me lo creerán pero no recordaba esta parte de mi vida hasta que empecé a escribir👀... 

Una tarde, salí a acolitar a mi amiga L, quien quería encontrarse en el bar de un amigovio.  Mi hermana se nos juntó luego.  R. era amigo del amigovio de L., tengo que reconocer que me gustó desde el primer instante que lo vi, que no fue en esa ocasión.  Lo vi por primera vez en un concierto, en otro bar, semanas antes.

Charlamos toda la tarde y toda la noche, de ese domingo.  El bar tenía que cerrar, así que decidimos irnos a comer a una cafetería que abría 24 horas.  Cuando nos dimos cuenta que era realmente tarde, nos despedimos en las escalinatas de la cafetería.  R. me pidió mi número y le di mi tarjeta de presentación (ya se, ya se... pero en esa época no se usaban los teléfonos inteligentes, además había decidido no volver a usar celular luego de terminar con R., mi ex)

L. mi amiga, era mi asistente en el banco para el que trabajaba, así que al día siguiente, cuando me pasó la llamada de R., me dijo:  "Quiere que le resuelvas!" y luego ambas no paramos de reirnos.

La siguiente salida la hicimos L., su amigovio, R. y yo, a un bar, nos contamos media vida.  Sentía que existía una química especial entre los dos, pero en el fondo pensaba que estaba quiriendo revivir la historia con mi ex:  ambos se llamaban igual, su acento casi era el mismo (uruguayo y argentino) y ambos eran bastante mayor a mi.

Nunca me ha gustado tomar, así que cuando vi mis 3 compañeros de aventura más alegres de lo que yo hubiera querido, decidí que era el momento de quitarle las llaves del carro de mi amiga.   Manejé a la casa de R., donde se quedarían él y su amigo; aunque los planes de R. incluían que yo accedería a "seguir la fiesta".  Me pidió subir a su departamento, a lo que le contesté cortésmente que NO, pero ante su insistencia, mi respuesta final fue: "no ch**ha".

Pensé que no nos volveríamos a ver, luego de ese bochornoso momento, pero no fue así.  Seguimos viéndonos y hablándonos, siempre había una "buena razón".  Tras pelear muchísimo conmigo misma, y perder una apuesta en el partido Argetina - Ecuador, empezamos nuestra relación.  Era Agosto del 2001.

Vivía solo, pero me contó que tenía 2 hijos:  D. de 25 y S. de 24 años, respectivamente, fruto de su primer matrimonio, vivían en Argentina.  Y su hija C. que en ese momento tenía 13 años y era hija de su relación con una argentina, vivían en Ecuador.

Conocí a D., al principio del siguiente año,  porque vino a vivir a Ecuador... su relación era terrible, siempre le decía que era la oveja negra de la familia, no así con S. con quien se llevaba de maravilla.  Conocí a S. en un viaje que hizo a Ecuador.  Ambos sabían quién era, pero C. no tenía idea de mi, y era la niña de los ojos de R. 

Una de las historias que me contó en su momento, y que usaba para justificar su actitud ante la vida, fue que cuando tenía 10 años, lo último que escuchó de él fue "voy a comprar cigarrillos". Su padre no volvió nunca más a la casa, los abandonó, a él y a sus 2 hermanos.  R. era el hijo del medio, como yo.  

Nuestro primer año juntos, la relación fluía... bueno eso pensaba yo, en realidad lo que yo hacía era acomodar mi vida a la suya.  Así que odiaba que llegara diciembre, porque él se iba a Córdoba para pasar con su familia, por casi 3 o 4 semanas.  Nunca lo acompañé en esos viajes.

Para mi, era una especie de Dios.  Con el me sentía como una niña con cuerpo de mujer, me sentía incapaz de contradecirlo, de expresar mi opinión real (aunque en ese momento pensaba que mi opinión era igual a la suya), de poner mis necesidades por lo menos a la par que las suyas.  Hoy puedo ver que fue uno de mis peores períodos como mujer complaciente.  

Dejé de meditar, de frecuentar a mis amigas, todos mis planes eran o tenían que ver con él.  Mi papá se enteró de mi relación en Feb/2002, pero no lo conoció sino hasta Mayo/2004, que él organizó una parrillada en la casa de mis padres, donde yo vivía, para celebrar mi cumpleaños.

Es rarísimo cuando me pasa, como ahora... que al escribir mi historia empiezo a recordarla, tal como era, y no como la película rosa y romántica que guardé en algún lugar de mi mente y mi corazón.

No voy a cuestionar si él me amó o no, no voy a caer en la tentación de decir, no fue suficiente... lo real es que en esta relación no existía un equilibrio entre lo que daba y lo que recibía, pero no me daba cuenta, o sería que no quería hacerlo?

R. fumaba demasiado, tomaba en exceso y era un consumidor constante de café, le gustaba la velocidad, la adrenalina, salir y divertirse.  Yo era todo lo contrario, aunque gracias a él conocí el placer de tomar expreso... algo que conservo hasta ahora.

Recuerdo que un día, me acosté en su pecho y escuché sus latidos... se escuchaba acelerado, inconstante, sin ritmo; además se escuchaba como un silbido en sus pulmones.  Luego de 6 meses juntos, dejó de fumar y se concentró en su empresa. Fue impresionante cuando un día, volví a escuchar sus latidos, se habían normalizado y ya no se escuchaba el silbido.  

Muchos años después, un amigo que lo conocía, se impresionó que yo hubiera sido su pareja, me dijo "pero era un vago, un alcohólico, un vividor... tú no eras su tipo, ¿qué hacías con él?"  

Para el segundo año, el tema de conocer a C. era como un elefante en la habitación, nunca lo hablaba aunque lo insinuaba, así como también las ganas que tenía de jugar a la casita con R., para mí, una cosa llevaría a la otra.

R. se cuidaba muchísimo de no hablar con ella mientras yo estaba a su lado, y viceversa; y debía contestarle, o se alejaba o me decía que no hable.  Cada vez que pasaba, yo sentía inmediatamente un profundo resentimiento, es lo único que me sentía capaz de hacer, porque pedírselo para mí, no era opción. 

Un día estaba en el departamento de R., quien había salido.  Sonó el teléfono verde que estaba sobre el escritorio.  Contesté... era C.


Me quedé paralizada, sabía que esto no acabaría bien:

YO:  Alo!
C.  :  y mi papá?
YO:  Salió.
C.  :  ¿Quién eres?
(hice un silencio de 5 segundos, que se sintieron como minutos, mientras trataba de encontrar la respuesta correcta)
YO:   Soy la novia de tu papá.
C.  :  (tiró el teléfono)

Tres segundos después sonó mi celular (para ese momento ya usaba nuevamente celular), era R. realmente histérico, no lograba entender nada de lo que decía, yo no quería enfrentar esa conversación.

Mientras esperaba que llegue, estuve tentada a salir huyendo, era consciente que R. podía a ser violento, lo vi muchas veces cuando presencié discusiones telefónicas con su ex, y presenciales con su hijo, sus amigos, sus empleados... ¿yo sería la siguiente si me quedaba allí?  Nunca me levantó la mano, pero sé que sus esfuerzos por contenerse, en algún momento se terminarían. 

Llegó, gritó, habló, otra vez gritó... pero como pocas veces en mi relación con él (dos para ser precisas, ésta y la de nuestra separación), sostuve mi argumento, le dije, "si me pregunta quién soy, no le voy a mentir".

El elefante siguió en la habitación durante algunos meses más, hasta que él me pidió que lo acompañe a recoger a C. para llevarla a una fiesta.  Iríamos en mi carro, en vez de su camioneta.  El momento fue tenso, pero luego todo fluyó. R. estaba feliz, y yo también... 

Unas semanas después, celebramos el cumpleaños número #52 de R., estuvimos conversando horas con C., parecía que me había aceptado.  Esto podría significar algo más?

Durante ese segundo año juntos, empezamos a tener nuestras idas y vueltas.  Sucedía cuando me llenaba de valentía y le decía lo que quería de él y nuestro futuro.  Pasaban unos cuantos días y siempre existía una buena y justificada razón para vernos y por supuesto volvíamos.  

Una de nuestra últimas veces, R. me dijo que había empezado aceptar tener hijos y yo le contesté que había empezado aceptar no tenerlos.  

Unos días después terminamos nuestra relación, y él salió de viaje hacia Argentina, a su regreso yo ya estaba trabajando en una nueva empresa y recuerdo que fue a visitarme para darme unos regalos que había traido para mi familia.  Excusas siempre existían, pero esta vez no volvimos sino luego de casi 3 meses.  

Se exactamente el día que me embaracé, pero esa es otra historia, si quieren saber en qué terminó, lean la primera de ellas.

El final feliz de esta historia, la decido hoy porque puedo perdonarme por no ser capaz de ver, cada una de las formas que R. me demostró que "no era por allí", que que le exigía que me de, algo que YO misma no tenía para mí.

Así como agradecerle, como lo hice hace como unos 6 meses, a través de un mensaje de texto, que no solo me permitió vivir la experiencia maravillosa de ser madre y padre de Bruno Alejandro, durante 4 años de mi vida, sino de haber sido un gran maestro en mi vida.


jueves, 7 de marzo de 2024

Indigna

Siempre he recordado esta historia que les voy a contar... 

Recuerdo dónde fue, cómo fue, y qué edad tenía... estaba en preparatoria, es decir tenía 5 años. Mi aula quedaba en la terraza, así que contábamos con una hermoso y amplio lugar donde podíamos jugar.



Durante mis primeras semanas en esa escuela, retornaba a la casa junto a mi compañerita R, en la camioneta de su papá.  Mi mamá había empezado a tomar clases de manejo, así que recuerdo perfectamente el primer día que ella me llevó a la escuela, fue terrorífico.  Mis papás se referían a mi como terremoto, así que apenas me subí al carro mi mami me advirtió que no podía ni hablar, ni moverme... "no pestañees!", me dijo.

Recuerdo que fui sentada, casi al filo del asiento, tenía mis manitas aferradas al tablero y obviamente fui muda, todo el camino.   

A la salida, mi mamá me fue a recoger y presenció el juego que teníamos con mis compañeras.  

Jugábamos unas 5 o 6 niñas.  Pero tengo que reconocer que yo siempre buscaba relacionarme con R, así que siempre trataba de jugar con ella.  Creo que en esta ocasión jugábamos a las cogidas, que consiste en que un niño debe perseguir a los otros hasta atrapar a uno; luego este hará a continuación de perseguidor, y así sucesivamente.

Cuando llegamos a casa, no tardó mucho tiempo en que mi mamá me increpara... y la frase que utilizó para hacerlo fue "eres una indigna", y luego dijo, palabra más, palabra menos... porque yo perseguía a R, a pesar que ella me menospreciaba y ella NO quería jugar ni estar conmigo.  

¿Por qué reviso esta historia hoy?  Hace unos pocos días mientras pasaba el rato en instagram, vi una publicación de una mujer que decía que se "merecía" algo, que ella era "digna" de (ni siquiera recuerdo qué), pero cuando escuché la palabra "merecer" me hizo ruido, pero cuando escuché la otra, inmediatamente mi mente me llevó a este recuerdo... y pensé que tendría algo que investigar.  

En realidad es raro, porque bien o mal, todas las historias que escribo tienen un monstruo bien definido... y reconozco que en esta me cuesta ubicar a mi mami en ese sitio.

Si el de la historia fuera Bruno Alejandro... ¿qué habría hecho yo como madre?  Estoy segura que no hubiera utilizado esa frase, pero desde mi mirada de adulta, hoy, entiendo que mi mamá lo que quería evitar era que yo sufriera por la indiferencia con la que ella decía que R. me trataba, aunque no creo que haya sido la mejor forma.

He revisado mis pensamientos al respecto, y no guardo ningún resentimiento hacia mi madre.  Puedo hoy estar en desacuerdo en las palabras y la forma que usó para hacerme ver "esa realidad" que ella veía, pero no logro conectar con ninguna emoción negativa al respecto.

Es obvio que esas palabras, dichas por mi mami hacia mi, significaban que yo no era digna, y eso me conecta con el pensamiento de que no merecía... amor.

¿En qué me convertiría eso entonces?  Pues que para acceder al amor tengo que rogar, esforzarme más, debo hacer más que el resto, que la vida entonces se torna difícil y que soy yo la que tengo que dar.

¿Por qué esta niña tendría la seguridad de que eso sería cierto? Pues cómo no creerle a la persona que me dio el ser, que me dio a luz, que me está criando... si ella lo dice es porque así debe de ser... 

Logro darme cuenta, que investigar las historias que he investigado hasta ahora, me han permitido resolver ésta de una manera más fácil, he logrado saltarme pasos de mi receta y rápidamente aceptar que la frase que recibí ese día no era otra cosa que lo que yo misma pensaba de mi respecto al amor de mi padre, que no era digna ni merecedora de su amor.

El final feliz que decido de esta historia es aceptar que mis padres no conocían otra forma de manejar este tipo de situaciones, y que el significado que le damos a las palabras, a los pensamientos y a nuestras creencias sí se puede cambiar, porque solo tú decides convertirte en quien quieres ser, todos los días.