lunes, 1 de enero de 2024

La bendición de ser despedida

Llevaba varios años en un trabajo bien remunerado y desempeñando un cargo importante para la empresa líder del mercado.  El dueño es un viejo amigo mío.  


De hecho, era la segunda vez que trabajaba en este grupo empresarial, aunque los últimos 3 años, no sé cómo explicarlo… simplemente no se sentía bien, vivía una especie de sinsabor constante, que no me permitía disfrutar de los triunfos, pero en cambio los fracasos se sentían como proyectiles a quema ropa…

Era una fiel creyente que en el trabajo hay que “ponerse la camiseta de la empresa”, pero un día el dueño, mi amigo, en medio de una presentación que hacía, sobre un proyecto de reestructuración, me acusó de conspirar para desvincular a mi compañero de trabajo, fue un momento tan raro, incómodo y frustrante… sentí impotencia, enojo, tristeza y decepción, solo quería salir corriendo de allí.  No entendía por qué desconfiaba de mi, si lo único que había hecho era ser fiel y leal a él y a su compañía.

Días después de esa discusión, empecé a planear mi estrategia de salida de la empresa, yo sabía que tenía que existir otra forma de ganar dinero y con ello dejar de sentirme como la suela de un zapato, así que apliqué a una Maestría en Coaching Directivo y Liderazgo, lo que me daría la posibilidad de tener una segunda profesión y emigrar fuera de Ecuador.

En ese momento no sabía que esa decisión, me permitiría transitar por un extraordinario y poderoso proceso transformador, algo que cambió definitivamente TODA MI VIDA.

Empecé a hacer mis pininos como coach…  Ufff al principio fue dificilísimo, llegué a pensar que esto no era lo mío, aunque sentía que era más grande que yo… era testigo de cambios tan significativos en las personas, que simplemente me quedaba sin palabras y no tuve más que confiar en el proceso.

Pero la vida me tenía preparada ¡una bomba! 

Mi jefe y dueño de la compañía, me invitó a almorzar.  Mi madre había fallecido hacía unas pocas semanas, así que pasamos por lo menos 2 horas conversando de varios temas... Luego me pidió lo acompañe a una salita porque quería "decirme algo".

Luego de casi 7 años de trabajo, el dueño (sí, sí… mi amigo) me notificó que la empresa pasaba por una reestructuración y mis servicios ya no serían requeridos. ¡Estaba despedida! 

Pasamos otra hora "conversando",  él me decía lo agradecido que estaba por mi labor y los cambios significativos que había realizado para la empresa.  Justificó su decisión, que hizo conocer que le costaba muchísimo y de la cual no se sentía seguro, porque era necesario bajar los costos o si no, su patromonio se vería comprometido; de hecho yo no fui la única despedida.  

Yo lo escuchaba y me observaba, no podía creer que me mantuviera tan serena, era como una fuerza interna, que me permitió agradecerle y retirarme del sitio, sin perder la postura.   De hecho, recuerdo que pidió mi opinión, para otras decisiones que tenía que tomar y recuerdo, desconectada de mi situación, haberle hecho un montón de otras recomendaciones para seguir mejorando la compañía. 

Llegué a mi casa y lloré desconsoladamente en brazos de Roberto... era una mezcla de sentimientos.

Sentía que caía en picada, me preguntaba:  «¿por qué a mi?»,  «todo mi esfuerzo, dedicación y compromiso con la empresa… ¿no sirvió de nada?», «¿qué iba a hacer?».  Trataba de encontrar la parte positiva de todo esto, y convencerme que todo era por mi bien…  

Si me hubiera quedado con esta última conversación, aún me sentiría acabada, como víctima de esa situación.

Me costó algunas semanas, darle un extraordinario significado a esta situación, la decisión de mi amigo solo estaba contribuyendo con mi proceso de transformación, que para ese entonces ya había iniciado. 

Podría querer que la situación fuese diferente, es decir querer que mi amigo no tome la decisión de despedirme y mantenerme en la compañía...  pero la verdad es que SÍ, lo hizo, y no aceptar la realidad no me llevaba a ningún lado.

Como lo dije antes, esta situación me hacía sentir "desvalida, insuficiente, descartable"...  pero lo extraño y paradójico es que ya me venía sintiendo así, algunos años atrás, mientras trabajaba en esa compañía, ¿cómo podía ser posible?

Entendí que, no era el perder el trabajo lo que me molestaba, lo que me dolía era que mi amigo NO valorara mi esfuerzo todos esos años, que todos los cambios y mejoras no significaran nada para él... Y es que yo le exigía algo que yo misma era incapaz de ver en mi.  YO no creía en mi, ni me valoraba, ni reconocía mis esfuerzos ni mis logros... no solo en esa compañía... sino en toda la vida.

Darme cuenta de esto, fue WOWWWWWWWW...  La decisión de mi amigo me dio la oportunidad de conectar conmigo, de verme, de reconocerme, de creer en mi, de ser el motor de mi creación.  Mientras sigas esperando que otro haga por ti lo que tú mismo eres incapaz de hacer por ti... siempre sufrirás y te angustiarás, siempre habrá tristeza y vacío.

Decidí que mi final feliz a esta historia, es agradecer aquella discusión con mi amigo y jefe, sin eso jamás hubiera tomar la maestría, e iniciar este camino. El despido fue una bendición, ya que no solo recibí una buena liquidación por los años de servicio, sino que fue la oportunidad para demostrarme que yo podía salir adelante por mi sola. 

Hoy casi un año después, puedo ver lo maravilloso que fue tener el tiempo para iniciar mi emprendimiento como Mentor Coach de Mindset, especializada en hábitos de complacencia.  Estoy agradecida de conectar con mi propósito de vida, acompañando a mujeres a re-descubrirse, y a ponerse como prioridad en sus vidas, como lo hice yo, para vivir la vida de forma libre y auténtica, desde la paz y tranquilidad de saber que yo solo creo (de crear) solo lo que creo (de creer).

No hay comentarios.:

Publicar un comentario