domingo, 28 de enero de 2024

Cuando dejar de luchar te devuelve a la vida

Aún recuerdo cuán lejano veíamos el problema del virus en China, era como cualquier noticia internacional, en alguna ciudad que ni siquiera sabía dónde estaba quedaba ni podía pronunciar, se presentaban casos de personas muriendo… pero nunca sentí que nos afectaría a todos, hasta que el 17 de marzo, anunciaron que debíamos quedarnos en casa para evitar la propagación en nuestra ciudad, en nuestro país.

La conocí recientemente gracias a la comunidad de CREETELO que creó Michelle Poller, su nombre es Ma. Conchita Figueroa, y acaba de contarme su historia con el COVID, que empieza justo, una semana después del cierre. 


Mientras escucho sus mensajes de voz, trato de utilizar las herramientas que aprendí en la maestría para ponerme en sus zapatos, y revivir, de alguna manera los terribles días que vivió.  Los síntomas aparecieron como si nada, un dolor raro en su cuerpo luego de hacer ejercicios, no era algo por lo cual preocuparse.  Por lo menos, no es tu prioridad cuando tienes que velar por un hijo de 13 años, que está pasándolo muy mal, por el encierro.

Y aunque durante una semana se fueron agregando otros síntomas, como la fiebre y los escalofríos, ella seguía trabajando y manejando la casa, como siempre, pero algo no estaba bien.  Luego que bajar un colchón a la sala no sirvió para aliviar lo débil que se sentía, tuvieron que pedir ayuda a sus padres y hermana.

Tres clínicas, tres intentos de hospitalización y tres rechazos. La médico intensivista la atendió en la vereda, prácticamente estaba desmayada en una silla.  Sin tener una confirmación real, le dio una receta.  “Yo sentía que ella me dio una sentencia de muerte, cuando me dijo ‘puede ser que se recupere’, mientras sacaban el féretro de un fallecido, casi junto a ellos.

Se encerraron en la habitación de la casa de sus papás, ella y su hijo.  Poco se sabía del virus y de su tratamiento.  Así que eso poco importaba, porque cada vez se ponía peor, y aunque la saturación era muy mala, y estaba agotada, que llegara la noche no era un alivio, más bien era momento de estar más atenta y despierta porque sentía que si lo hacía, iba a morir.   Nunca pudo conseguir tanque de oxígeno.

Toda la medicina escaseaba y era carísima.

Se le quitó el olfato y el gusto.  Pero nada se comparaba al dolor que experimentaba en la base del cráneo, "era como un martillo que me golpeaba mi cabeza", en las noches gritaba del dolor.   Recuerda que quería solo quería darse contra las paredes.

Su hijo veía todo su sufrimiento, no comía, y apenas tomaba agua porque le provocaba náuseas.  Su laringe estaba excesivamente inflamada, le dolía deglutir.

Tras 3 semanas de dolor y los síntomas, evitar ser el contagio de sus padres, y las noticias del fallecimiento de los vecinos, se rindió.  Miró la imagen del sagrado corazón de Jesús, y dejó de pelear, con lágrimas en sus ojos pensó que no podía más, y que, si era su hora solo EL podría disponerlo.  Hasta ese momento estaba aferrada a la vida, tenía terror de morir y dejar a su hijo solo, pero decidió dejarlo en sus manos.

A los 2 días, el dolor empezó a disminuir, la fiebre empezó a ceder, lo síntomas iban desapareciendo tal cual como llegaron, incluso el dolor de cabeza, que fue el síntoma que la acompañó hasta su recuperación.  Mejoró el apetito y el ánimo.

Tenía visitas de su familia, desde la ventana de la habitación. Y poco a poco, se turnaban para salir al patio, tomar sol e incluso tomar el desayuno.

Tras 44 días de encierro, el doctor confirmó que tenía anticuerpos, y pudo abrazar a sus padres.  Se mantuvo allí hasta el mes de julio, cuando volvió a su nueva realidad, todos sus ahorros se habían marchado junto con los síntomas.  Sin haber trabajado, todo ese tiempo en desarrollo organizacional, coaching y capacitación, con la nueva situación empresarial y sabiendo que su línea de negocios no volvería a ser igual, decidió reinventarse.

Retomó un viejo proyecto, abrir una línea de servicios enfocada en el bienestar de los empleados dentro de las organizaciones.  ¿Era el momento correcto?  Muchas voces le dijeron que NO, pero su enfermedad le demostró que la vida se podía acabar en cualquier momento, que no hay momento correcto para.  Hoy ella es una ferviente convencida que los momentos correctos son cuando los decides, cuando te lo propones y así nace Paradigma B, su empresa.

Ponerse en acción, significaba no solo decidirlo y ponerse manos a la obra, sino ser consciente que no lo podía hacer sola, así que buscó ayuda de personas, amigos, conocidos y hasta desconocidos.  Con mucho trabajo, esfuerzo y dedicación logró hacer el lanzamiento de su marca, en un evento virtual donde participaron 10 speakers de talla internacional, creyentes fieles de su plan de bienestar que se basa en 6 dimensiones.

Para ella esos momentos de oscuridad fueron como la gasolina para arrancar el proyecto de Paradigma B, que ella lo considera como una extensión suya, que nació de la resiliencia, de resurgir, y una segunda oportunidad, que le dio la vida.

Una nueva oportunidad, donde aprendió que, si alguien no te dice NO, entonces todavía hay posibilidades de un sí.  Lo intenta todo hasta el final, porque es algo que ella cree fervientemente.

Es increíble cómo la vida nos unió, tuvimos que esperar que una comunidad que se creó en Miami nos convoque para darnos cuenta que tenemos más en común, que vivir en el mismo país y ciudad.  Empecé a trabajar con ella, en ciertos proyectos, sin saber que teníamos el mismo sueño en común, ver a las personas ir a trabajar amando lo que hacen, llenando sus corazones con aquello que les haga sentido y ser felices haciendo lo que hacen.

4 comentarios:

  1. Excelente Karina! Inspirador

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  2. Excelente historia, ejemplo de supervivencia y resiliencia que a pesar de lo terrible que estemos pasando con fe en Dios y esperanza podemos salir adelante

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